La muerte verdadera de True Blood
Quedan pocos días para el estreno simultáneo con Estados Unidos de la última temporada de True Blood. Fue todo un éxito cuando se estreno, porque claro, la cadena HBO suele tener el sello de lanzar series que la llevan y que son muy populares y ultra comentadas. Es extraño mirar hacia atrás las primeras temporadas, cuando Allan Ball comandaba a los vampiros y criaturas sobrenaturales (responsable de la obra maestra de Six feet under, serie por la cual se podría organizar una marcha para que vuelva a la televisión o se hagan nuevas temporadas en el cielo o limbo o donde sea que vivan cada uno de sus personajes). Nunca leí «Vampiros sureños», libros de Charlaine Harris, quien es la responsable se estas intrigantes historias, pero si me contaban que era similar a la serie aunque con adaptaciones (obvio) como por ejemplo la incorporación de Tara como personaje importante en la filmación, quien en las hojas de Harris era muy secundaria.
La magia de True Blood radicaba en el misterio de moda en el pueblito de Bon Temps y la llegada de diferentes seres sobre y supernaturales. Los finales de temporada eran de mucho suspenso, con la resolución de algunas intrigas pero la generación de otras, la búsqueda interior constante de Sookie (la primeramente adorable pero luego golfa del pueblo interpretada por Paquin), Bill (esposo en la vida real de Paquin, vampiro buena onda, sensible, humilde y por sobretodo humanizado que luego se enfrenta a sus propios demonios, generados por si mismo) y Erik (vampiro altanero, petulante, tirano y contrario a Bill, que tiene interés en Sookie, que paréntesis dentro del paréntesis, es deseada por todo el pueblo y conseguida también, puede que su entrepierna sea un destino turístico de Bon Temps y esté incluida en el menú de Merlotte’s, restaurant en el que trabaja).
Transcurrieron cerca de cuatro o cinco temporadas dignas de la serie y luego comenzó su alicaída transmisión, que coincide con el momento en que se produce el cambio de director. Muchos fans (me incluyo) verán el fin de True Blood con tranquilidad, ya que los enjambres amorosos no daban para más ni las criaturas sobrenaturales, por lo que, antes de que se torne más absurda, es mejor darle fin y quedarse con los buenos recuerdos. Aunque, para ser justos con los colmillos y la sangre sintética, hay que rescatar que desde la serie surgieron muchas ideas para disfraces de Halloween y la admiración de personajes más pequeños que brillaban con luz propia como Pam (quien tenía los mejores guiones de la serie), Jessica (quien mostró como es vivir la transición de viva a muerta viviente) y Jesús (el enfermero latino, que además de ser hermoso, era brujo-y que su fonética latina/gringa cuando decía «brujo» hacía que sonara irresistible).
Ojalá esta última temporada venga cargada de sorpresas, desenlaces y por sobretodo, con la decisión amorosa final de Sookie (o con su posible destierro de Bon Temps) y con la aceptación de los vampiros en la vida (já) real.