¿Existe el momento apropiado para la muerte de una serie?

Algunos le temen a la muerte y está bien. ¿Quién no le teme a algo que es prácticamente desconocido? Pero aquí hablamos de algo diferente. Hablamos de series. La construcción de historias en base a ideas. Las ideas son infinitas en cantidad, pero no inmortales. Su desgaste es su condena y llega un punto en que no alcanzaste la tan codiciada innovación, por lo que es mejor aceptar tu próximo deceso y lucirte en el proceso, cuando aún tienes la chispa que te hace brillar.

Lo que sucedió hace un par de semanas con The Americans fue una noticia agridulce. Mientras la producción concluía una sólida cuarta temporada, la cadena FX anunció que habrá dos tandas más de capítulos para las intrigas protagonizadas por los espías rusos infiltrados en Estados Unidos, durante la Guerra Fría. La felicidad vino porque podremos ver más episodios de lo que está siendo uno de los mejores dramas en televisión, pero al mismo tiempo serán los últimos. O sea, se acaba de firmar la condena para la creación de Joe Weisberg y aún así una sonrisa se asomó en mi cara. «Qué bueno», pensé, «Es el momento apropiado».

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Y es que claro, quizás The Americans no tiene un público masivo y enloquecido por conocer cada uno de los detalles que aparecen todos los días en la prensa, incluso a pesar de que les aminore la sensación de entusiasmo, en la experiencia de ver la serie una vez al aire; pero sí ha demostrado ser una construcción televisiva suficientemente ágil y minuciosamente construida como para entretener y a la vez conquistar a la crítica.

Personalmente, la satisfacción que siento con cada uno de sus episodios, me mantiene pidiendo más. Me preocupan los personajes, no sólo los héroes sino que también los villanos (a pesar de que la línea para establecer tal diferencia es extremadamente difusa en esta serie). Es por ello que quiero un desenlace contundente para cada uno de los rostros que pueblan esta historia, no una versión desaliñada de un «guioncito» que sus responsables encontraron al lado del basurero y que ahora reutilizarán, porque sienten tal desdén por lo que están haciendo, que les da una pereza terrible crear o pensar, siquiera, en algo nuevo.

Estamos al borde del final de múltiples series, con lamentos por unas y aplausos para otras. Showtime confirmó la sexta temporada de Homeland y está negociando dos más para supuestamente cerrar el recorrido. Esa es una producción que en su segunda tanda de episodios ya lucía deslavada, luego, su tercera fue la piel seca que una serpiente deja atrás, para dar lugar a un cuarto y quinto ciclo con aires frescos, que a pesar de que a ratos ofrecieron coincidencias muy poco creíbles, le dieron un shock eléctrico a nuestra dañada heroína «Carrie Mathison» y su entorno. Le permitimos continuar, pero no mucho más. Buena jugada sería barajar el cierre.

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Otro ejemplo de un final en momento apropiado es Person of Interest. No le demos más vueltas, anhelábamos la batalla final entre los dioses, entre esas inteligencias artificiales que podrían ser peligrosamente reales, si tomamos en cuenta el emblemático caso Snowden. Sólo quedan días para que concluya y sus creadores decidieron no dar rodeos, redujeron el volumen de episodios de un promedio de 23 a sólo 13, trajeron de vuelta a personajes clave, ataron cabos que continuaban sin resolución y para el décimo capítulo de la actual quinta temporada, las apuestas estaban dadas para un final épico que ahora está al borde de entregarse.

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Lo cierto es que planificar la conclusión de una serie, siempre será un mejor síntoma de la consciencia de los creadores, para que no ejecuten planes apresurados y todo concluya en una tragedia mayor. En el último tiempo hay múltiples ejemplos de esto también.

Viudos de Lost, acéptenlo, ese cierre no estuvo bien. Dio cuenta de que la historia se les fue de las manos a las mentes que la manejaban. Los obligaron a estirar el chicle y… un final insatisfactorio para la gran mayoría de los que la seguían.

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¿Aló, Dexter? ¿Un leñador perdido en el bosque? Pésima resolución como para haber invertido ocho años en una serie. Desde la sexta temporada en adelante, vino la decadencia, aunque tuvo unos chispazos. Otro ejemplo: la extensión innecesaria de 24, su resurrección y muerte, para luego retomar su espíritu con «Legado», como lo hicieron con la saga «Bourne» en el cine. El sexto día de Jack Bauer fue pésimo, el séptimo repuntó algo y el octavo fue definitivamente irregular. Live Another Day lo aceptamos por el cariño al personaje. Pero nada más.

Y, claro, también está la que el final le llegó de golpe, a pesar de que iba tan bien construyendo su historia. De hecho, tenía pendiente la historia más conocida del personaje y un apoyo indiscutido de la crítica, más no de los números en las audiencias. Hannibal era hermosa en términos estéticos y de guión. Delicada, refinada, a la vez que brutal y despiadada. Una lástima su partida.

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Se ha hablado del final de Game of Thrones, pero le va tan bien que temo por la decisión de HBO. Porque, claro, ponerle fin a la historia inspirada en los textos ya sobre pasados de George R.R. Martin, sería quitarle la gran vedette a una cadena que no ha podido igualar tal éxito. Seamos serios, se supone que «Vinyl» iba a tomar la posta, pero finalmente no rindió.

La planificación de la muerte de una serie puede ser un arma de doble filo. Por un lado, le da tiempo a los creadores para planificar el último golpe de la mejor manera posible. Por otro, se puede ganar la condena de los fanáticos y anular el atisbo de intención que tenía algún espectador indeciso que estaba tentado con la idea de ponerse al día con una producción en curso, pero la fatídica decisión lo disuade de invertir tanto tiempo en algo que van a matar. Pero…

A veces es mejor dar el paso, que echar a perder todo lo que has cultivado. Por eso podemos decir: «Se acaba ‘The Americans’ ¡Qué bueno!» Y estar en paz con eso.