Por Tania Poblete.
La verdad es que la primera vez que escuché hablar sobre “El Chapo”, no conocía mucho acerca de su historia como el gran narcotraficante mexicano. Cuando supe que llegaría a Netflix una nueva producción latinoamericana, me llamo la atención y dije “tengo que verla”. La terminé hace exactamente una semana y me costó realizar un análisis, no porque no me gustara, sino porque es difícil evaluarla sin compararla con Narcos.
La historia de esta primera temporada retrata los inicios del Chapo en la venta de drogas y como se transformó en uno de los narcotraficantes más importantes de Latinoamérica. Siendo bien crítica, creo que la historia (de esta primera temporada) no fue bien escrita ni bien ejecutada. Es poco detallista, las historias paralelas son muy poco atractivas y se pierde fácilmente el hilo de los personajes. Joaquín Guzmán es un personaje inmensamente atractivo. Fue el segundo hombre más buscado por Estados Unidos después de Osama Bin Laden, su fortuna, lujos y excentricidades no se ven reflejadas en ningún capítulo. A diferencia de Pablo Escobar, El Chapo no se ve como un líder, no se muestran sus empresa, las personas que trabajan con él y el movimiento de drogas importante que lo llevo a convertirse en la leyenda que es hoy en día.
Siguiendo un poco con esta inevitable comparación con Narcos, podemos hacer un análisis relacionado con actuaciones, fotografía, musicalización, guion y un sinfín de otros aspectos que dejan a El Chapo en un segundo plano y sin lograr encantarnos. Pero: ¿Qué faltó?. Faltó más detalle, más morbo, más muerte, más romance, más droga, más historia. Una primera temporada tiene que encantarnos para querer ver una segunda, debe tener un buen final, un buen protagonista y antagonista. Acá no queda claro quién es el gran rival de «El Chapo»: ¿la policía?, ¿el abogado?, personajes totalmente secundarios que no tienen mayor relevancia en el desenlace de la historia.
Como toda producción de Netflix, la fotografía está muy bien cuidada, sin embargo, creo que deberían haber grabado en México y no en Colombia, donde tuvieron que recrear la ciudad de Guadalajara, el estado de Sinaloa y la frontera México-Estados Unidos. Un punto alto e importante de mencionar, es la actuación de Marco de la O, actor mexicano que interpreta al Chapo. Tiene escenas memorables, como la de los acolchonados, que era una celda especial donde los presos eran expuestos a un calvario entre rejas. Una muy buena interpretación que es necesario destacar.
El final de temporada fue un tanto mezquino. Un episodio carente de drama, con un flashback sin mucha incidencia, sin un aporte importante al desarrollo de la historia. Nos deja pensando “¿así termina esto?”. Esperaba un final explosivo, algo que me dejara enganchada. Quizás haber terminado con el principio de la fuga, para desarrollar esta idea en la segunda temporada, pero no.
Ahora sólo nos queda esperar que la segunda y tercera temporada logren re-encantar a la audiencia que, como yo, esperaba mucho más de esta historia. En Septiembre se estrena la segunda temporada en Univisión y en Noviembre llega a Netflix. En esta nueva temporada veremos cómo se maquinó su fuga y los esfuerzos de la policía por capturar a uno de los hombres más peligrosos del mundo.