Netflix se ha empeñado en traernos temas complejos que, de una u otra forma, son difíciles de tratar en televisión sin caer en estereotipos. Ya lo hizo con 13 Reasons Why, con una visión auténtica del suicidio escolar. Ahora vuelve a abordar un tópico dificultoso, pero con una visión mucho más optimista. El protagonista de Atypical es un adolescente con trastorno del espectro autista que está en la escuela secundaria y pasa por todos los dilemas de esa etapa de la vida. Alrededor de él, además de los estereotipos clásicos de la escuela, hay una familia confusa y amigos que desconsideran (para bien y para mal) las necesidades y la visión especial que tiene del mundo. Con un cambio constante de perspectiva, la serie cuestiona las actitudes de todos los personajes y de manera relajada muestra que ser una persona «normal» es la misión más complicada de todas.
Todos los núcleos se desarrollan a partir de Sam (Keir Gilchrist) y cómo ve el mundo desde su condición. Su psicóloga Julia y su amigo Zahid opinan sobre su relación con las mujeres y se dividen en los consejos más variados. Dentro de la familia, la visión del protagonista sirve para establecer los cambios de cada miembro. La madre (Jennifer Jason Leigh) y su padre van en direcciones opuestas, una tratando de alejarse de la eterna tarea de tener un hijo como Sam y el otro tratando de entender la mejor manera de acercarse a él. Y la hermana, que al principio es más ignorante, sabe lidiar con su hermano en el silencio y la gritería, siendo el gran apoyo para Sam toda la temporada; es la empatía silenciosa, la comprensión que la serie intenta transmitir. Y es lo que al principio parece simplón y con una trama básica de problema familiar lo que vuelve atractiva a Atypical.
La forma cartesiana y directa en que Sam lidia con cualquier tema vuelve cualquier situación en algo imprevisible. La serie empieza divagando sobre su capacidad real de entender el mundo en el que vive; después de que se esfuerza e intenta interactuar con las reglas dictadas por el sentido común, como «jugar» a la hora de la conquista, el guión comienza a cuestionar la necesidad de que existan esas reglas. Al mismo tiempo, Atypical deja al espectador sin saber qué esperar de las decisiones de todos sus personajes.
Este ejercicio de cambio de perspectiva muestra cómo la serie trabaja la empatía como su principal trama. Por más que vivan juntos, toda la familia de Sam sólo logra entenderse a partir del momento que se acercan y abren puertas para que otra persona sienta y comprenda sentimientos ajenos. Gilchrist está siempre con la frente fruncida, transmitiendo la incomodidad constante que Sam siente, y aún así consigue traspasar la sinceridad y ligereza con que el personaje ve situaciones que personas «normales» tardar horas, días o años en superar.
La estética y el ritmo de Atypical recuerdan bastante a Love, otra serie dramática de Netflix. No hay tanta referencia nerd como en la serie creada por Apatow, pero la mezcla entre el núcleo de personajes por medio de una edición veloz transforma la serie en algo muy agradable de ver. Los ambientes tienen iluminación dedicada, colores claros y una banda sonora de canciones contemporáneas que ayudan a crear una atmósfera de buena onda con un tema que, a veces, se torna complicado. ¿Quién dice que la velocidad de las cosas debe recaer en los diálogos, ya sea dentro de un consultorio o en el interior de un auto? Y ese ritmo, esa visual y toda la vergüenza de las situaciones parecen propuestas calculadas. Así como las personas que conocen a Sam, la primera impresión de Atypical es siempre de suspicacia. Pero bastan unos minutos para percibir que la normalidad es cuestión de perspectiva, y cuanto más se cuestiona y se experimenta la visión del otro, más logramos convivir en armonía.
Atypical está disponible íntegramente en Netflix.