Nadie en los campos científico y psicológico, es capaz de dimensionar la amplitud de los daños que el abuso infantil puede causar en una psiquis. Sobre todo cuando viene de las personas que supuestamente deberían ser responsables de protegerlos por encima de todo. La distorsión de lazos parentales es devastadora en cualquier instancia y es responsable de una vida adulta tornada de inseguridades, ansiedades y compulsiones. No es una cuestión de justificación, sino de consecuencia. Y, vista por los ojos del autor de Patrick Melrose, Edward St.Aubyn, esas consecuencias están dispuestas en dramaturgia de una manera realmente impresionante.
La miniserie producida por los canales Showtime/Sky y protagonizada por un soberbio Benedict Cumberbatch cubre cinco de los libros escritos por Aubyn y que forman parte de la serie homónima. Los libros son también los títulos de los episodios de la miniserie: «Bad News«, «Never Mind«, «Some Hope«, «Mother’s Milk» y «At Last«. Las obras no son las únicas de la serie literaria, pero son aquellas que van profundamente en la historia personal de Aubyn, que usó la ficción como recurso semi-autobiográfico para expurgar las experiencias que devastaron su infancia y juventud.
La miniserie comienza con la muerte del padre (Hugo Weaving) de Patrick (Benedict Cumbertbach), que entre los 5 y 8 años de edad del hijo, lo violó deliberadamente. La muerte del hombre trae a la superficie con más fuerza los fantasmas de la vida del protagonista, que entra en un peligroso viaje por las drogas en busca de anestesia. Cada episodio, idas y venidas en el tiempo, ilustran su vida en una dinámica de causa y efecto. La autodestrucción constante promovida por su personalidad es un reflejo directo de todo lo horrible que él había vivido en su infancia. Si no bastara el abuso del padre, la madre (Jennifer Jason-Leigh) era indirectamente validadora con la situación.
Hay en Patrick Melrose una identidad artística y eso en mucho se debe al hecho de haber sido conducida por un director y un guionista específicos. Son cinco semanas muy bien planeadas, en que cada episodio avanza algunos años en la vida de Patrick y en algunas capas en su devastada psicología. Las distorsiones promovidas por el abuso, en unión al uso constante de drogas, hacen que la visión de Patrick de las cosas sea tomada de recursos lúdicos. Esto se convierte en un plato lleno para la dirección, que rellena los episodios de ángulos que van de lo poético a lo bizarro en una misma secuencia. Esto es absolutamente acorde con las ambigüedades del personaje.

Patrick debe luchas contra sus propias traumas causados por su padre (Hugo Weaving)
A primera vista, la producción causa antipatía. Cercada de la siempre snob aristocracia inglesa, la historia se contamina de esa autosuficiencia arrogante y la implicación con Patrick en esa primera hora en que él se hunde en las drogas es vacilante. Durante cierto tiempo, todo lo que rodea a Patrick parece cínico, presumido y eso en gran parte es responsable de impedir al personaje de percibir el lodo donde está insertado. No por coincidencia, en ese primer momento se resiste mucho a aceptar la gravedad de la propia situación.
El segundo episodio es emblemático cuando describe la infancia de Patrick, con el padre intimidador y cruel, la madre dopada y sumisa; y los amigos de la familia, que orbitan aquel universo con sus características snobistas y malvadas. El texto de la miniserie tiene una eficiencia absurda en hacernos percibir ese tedio malicioso que toma a los ricos y los hace capaces de disminuir gradualmente el sentido de la empatía humana. La secuencia de la cena, cuando todas esas latencias vienen a la superficie, es una de las obras teledramatúrgicas más completas de la actualidad.
En fin, la madurez y la paternidad son el camino que puede salvar a Patrick de la autodestrucción. Pero la miniserie no da soluciones sencillas ni redenciones fáciles. El tratado definitivo de esta historia tan bien escrita es que los malos tratos de la infancia pueden resultar en una vida de constante necesidad de superación. Aubyn se preocupa en mostrar que no es sólo Patrick quien amarga las molestias de una creación negligente, sino toda la nobleza que lo rodea, con sus manías antipáticas y asepsia afectiva. A pesar de eso, es especialmente conmovedor que al sonido de «Tenderness», del Blur, el personaje salga de escena con cierto optimismo y bajo la tutela de la frase final: «el amor es la mejor de las cosas«.
Patrick Melrose aún no tiene emisión en América Latina.
https://youtu.be/JQh36eStMqk