[REVIEW] «Paradise PD» es un sin sentido escatológico
«Cariño, cuída tu lenguaje«, dice Karen Crawford, la alcaldesa de Paradise City, a su esposo, el jefe de la policía local. «Oh, no, Karen, lo hice durante dos horas anoche, tuve problemas para hablar toda la mañana. No creas que es mi turno. Pero juega un poco con mis bolas. como ese mimo que vimos haciendo malabarismos el otro día» Luego, Karen se levanta y le da un beso a su hijo dejando un rastro de liquido pegajoso en la comisura de su boca.
Sí, es realmente repugnante, repugnante, sucio hasta el último grado. Y esta pequeña escena de unos pocos segundos simboliza perfectamente la atmósfera general de Paradise PD, la última serie animada de Netflix, que no es realmente para niños (no se recomienda para menores de 16 años).
Lanzada el pasado 31 de agosto en la plataforma, cuenta la vida de una estación de policía calamitosa, en la pequeña ciudad de Paradise. Randall Crawford es el jefe de la policía local, un hombre fuerte y poderoso que perdió toda su virilidad el día en que su hijo Kevin Crawford disparó una bala en sus testículos, jugando con su arma de servicio. Desde entonces, el pequeño Kevin se hizo grande tratando de ponerse al día, al enorgullecerse de su querido padre, y al integrar a su vez el escuadrón de la policía.
Los dos escritores, Roger Black y Waco O’Guin, ambos venidos de Comedy Central luego de estrenar la cancelada Brickleberry, obviamente descubrieron que las comedias estadounidenses no iban lo suficientemente lejos. Entonces decidieron crear una serie para empujar el cursor de la basura al máximo. En Paradise PD, todo es vulgar, obseno y lascivo.
Si consigues pasar del primer episodio, está claro que el sentido del humor peo-caca-pipí te hace reír. La Policía de Padadise se las arregla para liberar unos cuantos gags lo suficientemente retorcidos. En su ostensible voluntad de ir más allá de los límites de lo políticamente incorrecto, el programa se burla de todo: los drogadictos, las personas mayores, los discapacitados, las personas con sobrepeso, las minorías o la cultura pop. Y, no lo vamos a negar, a veces es gracioso. Lo que nos recuerda, a veces, los comienzos de South Park, cuando todavía estábamos impactados al ver a Cartman humillar a Timmy en su silla de ruedas o a Kenny por su pobreza.
La gran diferencia es que South Park ya tenía alguna ambición social o político. Un mensaje para pasar, más o menos discretamente, detrás de sus válvulas punzantes. Este no es el caso aquí. Paradise PD está contento por ser voluntariamente sucio y repugnante. Sin molestarse en desarrollar ningún vínculo emocional con sus personajes. Randall, Kevin, Gina, Dusty … no nos importan, ese no es el punto. El objetivo es ser extremadamante desagradable y explicito, tanto como sea posible, sin límites. Audaz o completamente estúpido, ¡depende de ti juzgar!.
Paradise PD está en Netflix.