[REVIEW TEMPORADA 3] GLOW: Menos lucha, más introspección

¿Qué te hace pensar en la palabra lucha? Tal vez músculos que se retuercen y hombres grandes que convierten la lucha en un espectáculo emocionante. Probablemente no sea un grupo de mujeres fuertes y decididas, que quieren demostrar que saben lo que hicieron en un mundo machista. Nuestras queridas señoras de la lucha libre han regresado finalmente a Netflix para refutar esta creencia, con la tercera temporada de GLOW, que profundiza aún más en la vida interior de los personajes, revelando secretos ardientes y llevando a las protagonistas a tener en cuenta sus propias ambiciones. Toca la campana: Zoya The Destroya, Liberty Belle y las demás vuelven a luchar con determinación, no sólo en el ring sino en la vida.

Sería inexacto, si no erróneo, definir simplemente GLOW como una serie sobre la lucha femenina. Con su profundo análisis de los personajes y su camino de emancipación de la exclusividad masculina, GLOW se ha consolidado en la escena serial como un producto de gran fuerza introspectiva y notable carga feminista. Tiene su propio brío que proviene de la particularidad de los protagonistas y de los personajes que ellos mismos han construido. La tercera temporada parece perseguir este objetivo de profundización psicológica aún más que en años anteriores, lo que la convierte en el centro de atención de la trama y nos permite conocer más sobre las figuras en juego.

Lo que refuerza la serie -el análisis de los personajes- es también el mayor defecto de la tercera temporada, que no destruye la identidad de GLOW sino que limita su potencial: el espacio dedicado a la investigación psicológica se ve casi inevitablemente despojado de la lucha, la misma lucha que aparece con tanto orgullo en el título. La trama no difiere mucho de lo que ya se ha tratado en la primera y segunda temporada, mientras que el factor novedad se confía principalmente al entorno: un casino en Las Vegas donde por contrato las luchadoras tendrán que actuar durante mucho tiempo. Sin embargo, a fin de cuentas, la parte dedicada al espectáculo real de las gloriosas chicas de la lucha libre sólo cubre unos pocos momentos de los diez episodios de la temporada, lo que da lugar a un tema secundario.

A pesar de la menor concentración de lucha que ralentizan el ritmo general de la serie, la tercera temporada de GLOW recupera fácilmente el terreno apuntando todo, o casi todo, al objetivo de exponer a los personajes, pinchándolos con inseguridades y sospechas hasta que les obligan a contar un poco más sobre ellos mismos. El análisis introspectivo ha sido siempre un punto fuerte de la serie, que desde sus primeros episodios se ha dotado de personajes creíbles, extremadamente humanos y frágiles, marcados por diferentes dramas personales para cada uno de ellos. Es la repetitividad de la lucha y, en concreto, del mismo espectáculo que se repite todas las noches en el casino lo que desencadena el símbolo de la introspección esta temporada.

Con la sensibilidad mostrada en la representación del universo femenino en varios matices, GLOW nunca niega su alta calidad y está flanqueado por productos recientes que han hecho de la representación de la diversidad su punto fuerte. Después de Orange Is the New Black -que acaba de terminar su séptima temporada-, el menos conocido Orphan Black y varios otros productos de los últimos años, GLOW ha asumido una importante tarea, que esta tercera temporada parece llevar al límite.

Aunque no es el punto de partida de una trama que parece más centrada en el deseo de perseguir los propios sueños, la diversidad desempeña un papel fundamental en este sentido, al igual que las preguntas relacionadas con ella. Orgullo, determinación y miedo se entrelazan en un camino hacia la emancipación personal, contra los estereotipos, la discriminación, el odio y las imposiciones sociales.  La línea feminista de la primera temporada ya no es suficiente para demostrar una postura firme sobre la importancia de la representación y el respeto a la diversidad, por lo que la tercera temporada de GLOW se enorgullece de extender su lucha a otros temas. Por ejemplo, el drama de Arthie es delicado, aunque no demasiado profundo, al no poder nombrar sus sentimientos por Yolanda, en una sociedad que lucha por aceptar lo diferente y que repetidamente ataca ferozmente la homosexualidad.

Jenny (Ellen Wong), por su parte, da voz al dolor por los estereotipos racistas, subrayando la frustración y la humillación que siente al reducir su milenaria cultura oriental a unos pocos chistes caricaturizados en el escenario, mientras que Debbie y Ruth, espléndidas en las impecables actuaciones como siempre de Alison Brie y Betty Gilpin y en su nueva amistad, representan el empuje feminista para mejorarse siempre, perseguir sus ambiciones profesionales y no contentarse con lo que sencillamente se concede. Debbie, en particular, encarna el sufrimiento de muchas mujeres que se ven obligadas a decidir entre la maternidad y la carrera profesional, que se enfrentan a dificultades como madres trabajadoras y que se sienten como madres a la mitad debido a sus sueños.

La interioridad de los otros protagonistas es un lado de GLOW que se disfruta en diez episodios emocionantes, conmovedores y divertidos, que limitan la acción en el ring pero no la eliminan por completo. Destacan las pocas ocasiones en las que las chicas vuelven a pelear, un ejemplo más de cómo esta serie sabe renovarse también al proponerse escenas similares entre sí. No te pierdas las dos reuniones especiales, en la que los protagonistas intercambian personajes y el espectáculo navideño, al más puro estilo GLOW.

¿Dónde ver GLOW?

Todas las temporadas están disponibles en Netflix.

https://www.youtube.com/watch?v=lNdHAnmfAP8