[REVIEW] La incoherencia coherente de ‘Aunty Donna’s Big Ol’ House of Fun’

Hablar de Aunty Donna’s Big Ol’ House of Fun significa contar con unas dos horas de ver algo realmente nuevo, ya que el trío cómico (Aunty Donna) es relativamente desconocido fuera de su Australia natal, excepto para los circuitos especializados como el Festival Fringe de Edimburgo. De hecho, el proyecto forma parte de la continua expansión de la plataforma de streaming, que ha dado pasos de gigante en la comedia: basta pensar en el lanzamiento, en 2019, de Comedians of the World, un ambicioso contenedor de actuaciones cortas de comedia stand-up de todos los rincones del planeta y no necesariamente en inglés. Aquí estamos en el territorio de la comedia de sketches, en la línea de Monty Python y el universo de Little Britain, con los tres protagonistas en múltiples papeles y en un tono decididamente surrealista, basado en lo absurdo.

Una fórmula que los tres autores-actores Mark Samual Bonanno, Broden Kelly y Zachary Ruane llevan casi diez años (se conocieron en la universidad en 2011), y que ahora la audiencia mundial puede experimentar gracias a estos seis primeros episodios disponibles en Netflix. Decimos «los seis primeros» porque suponemos que habrá más.

Como el título del programa sugiere, parte del atractivo de Aunty Donna’s Big Ol’ House of Fun es que todo (o casi todo) tiene lugar en el mismo lugar, la casa donde viven Mark, Broden y Zachary. Cada episodio tiene una especie de hilo conductor (en el primero buscan un nuevo compañero de habitación después de echar un lavavajillas parlante, en el sexto esperan la llegada de la Reina de Inglaterra para cenar), lo que en realidad es una excusa para hacer sonar pequeños segmentos bastante autoconclusivos y dedicados al absurdo, sobre todo en los muchos momentos musicales.

La propia serie admite que el hilo es más bien pretencioso: al final del segundo episodio, tras un importante punto de inflexión, aparecen las palabras «Este episodio no es canónico, y no tendrá impacto en el siguiente». Todo esto con contribuciones ocasionales de invitados famosos, la mayoría de las veces del mundo de la comedia (incluyendo al productor ejecutivo Ed Helms, protagonista de un gag surrealista). Y luego está Antony Starr, alias Homelander de The Boys, que muestra su acento natural de Nueva Zelanda pero mantiene su mirada psicopática, para uno de los sketches más locos de la serie.

Lo que resulta intrigante es sobre todo el componente muy «artesanal»: a menudo sólo los tres protagonistas están en el escenario, y el espíritu original de sus creaciones (como sabrán quienes hayan tenido la oportunidad de visitar su canal de YouTube) ha permanecido intacto, con el mismo equipo contratado también para la versión de Netflix (el director Max Miller se permite un cameo autodespreciativo al final de la temporada). El presupuesto ha aumentado, pero lo que mueve al trío permanece inalterado.

Aunty Donna’s Big Ol’ House of Fun es ideal para tener dos horas de risas y conocer a tres autores y actores para tener en cuenta en los meandros del streaming y el disfrute online, ya sea la actual encarnación de Netflix o sus espectáculos y vídeos que se encuentran en otro lugar. Si la «casa de la diversión» vuelve a estar con nosotros en el futuro, no dudaremos en volver a poner un pie allí.

¿Dónde ver Aunty Donna’s Big Ol’ House of Fun?

La serie está disponible en Netflix.