[REVIEW] ‘Dahmer’ (Netflix): Macabramente fantastica

La repulsión hacia un pasado infausto ha visto la afirmación en las personas de un arraigado deseo de olvido, en la búsqueda de ese silencio mediático y humano que algunos prefieren al ruidoso deshonor de las noticias, ya sean espectaculares o documentales. Contar la historia de Jeffrey Dahmer era por ello una tarea especialmente ingrata, asumida por Netflix (inmediatamente en el centro de la polémica suscitada por las traumatizadas víctimas de Dahmer y por los suscriptores que protestaban por la etiqueta LGBT+ de Monster) y por Ryan Murphy, un showrunner que en su larga carrera lleva tiempo bailando con la muerte y el asesinato, porque el horror que cuentan sus productos ha sido a menudo inhumano, brutal y excesivo, pero esta vez también es real.

Dahmer es un programa que en diez episodios explora no sólo los atroces asesinatos y el repugnante modus operandi de un terrible asesino en serie, sino también su fragmentada y dolorosa psique, sin tratar de justificarlo de ninguna manera y, sin embargo, arrojando luz sobre los muchos problemas de una sociedad aburrida y anfibia como la estadounidense de los años 70 y 80. El genio de Ryan Murphy vuelve a brillar tras unos pequeños tropiezos (la crítica de American Horror Stories te recuerda que nadie es infalible) a través de un relato sólido y profundo, casi sin exageración -visual o narrativa-, que se gana por derecho su trono como el mejor producto entre las series de Netflix de septiembre.

Jeffrey Dahmer fue responsable de diecisiete asesinatos llevados a cabo de forma casi regular entre los años 1978 y 1991, demostrando ya en estas cifras la inhumanidad que caracterizaba su historia, pero se hizo tristemente célebre por los métodos sangrientos con los que destrozaba los cadáveres de sus víctimas: Desde el canibalismo hasta la necrofilia, pasando por algunos trágicos intentos de lobotomía en busca de una segunda vida para los asesinados, el Monstruo de Milwaukee fue durante una década una auténtica pesadilla viviente, que quedó en libertad a pesar de las sospechas de sus vecinos porque elegía cuidadosamente sus objetivos entre los homosexuales negros y asiáticos de un barrio poco y mal controlado por la policía local. Sin embargo, la narración establecida por Murphy y sus guionistas no se consuma en la horrible descripción de estos actos bárbaros, ya que amplía el alcance de toda la vida de Dahmer al sondear los orígenes de una personalidad desviada, pero también las repercusiones sociales de una serie de asesinatos que expusieron las profundas controversias de Estados Unidos.

A través de una narración que parte del momento de su detención y se remonta al pasado para contar la atormentada infancia del asesino, el programa procede a situar la personalidad de su protagonista en el centro de la pantalla más que los horribles asesinatos, revelando su madurez a través de una historia de referencias psicológicas que busca definir a un personaje cuanto menos complicado, pero no por ello menos culpable o bárbaro.

Salvo algunos saltos temporales demasiado bruscos y, por tanto, confusos, la narración avanza con agilidad sin dejar al espectador sin aliento a pesar de sus diez largos episodios, y ello gracias a la madurez con la que trata un tema nada sencillo, desplegando sólo algunas dramatizaciones esporádicas útiles sobre todo para dar carácter y sustancia a las desdichadas víctimas de Dahmer, consiguiendo retratarlas de forma respetuosa sin expirar en la despreciable propensión a la contabilidad con la que las noticias de la época las habían contado.

Al éxito de este retrato psicológico y (des)humano, que puso en el centro a una persona ciertamente enferma pero, sobre todo, capaz de sobrepasar cualquier límite imaginable, contribuyen las impecables interpretaciones de sus actores principales, entre los que destaca un grandioso Evan Peters, completamente inmerso en el papel del asesino. Su Dahmer es inquietante y aterrador al mismo tiempo, una triste combinación que el intérprete logra reflejar en su físico escultural y en una mirada perdida en el vacío, a través de actitudes que revelan la compulsión de un horror del que simplemente no puede escapar.

Recontar la inhumanidad de un personaje tan famoso como Dahmer era una tarea espinosa y llena de escollos, ya que la repercusión social y mediática de sus atroces asesinatos sigue contribuyendo a la malsana fascinación del público por el mal y el horror, pero Ryan Murphy consiguió orquestar una trama decididamente madura que describe al Monstruo con todo lujo de detalles sin justificarlo en absoluto. La narración rebota entre las escenas de una infancia transcurrida con unos padres incapaces de lidiar con los extraños impulsos de su hijo y una adolescencia solitaria marcada por el abuso del alcohol, mientras la represión sexual a la que le obliga la sociedad de la época mantiene un firme control sobre la fragmentada psicología de un chico difícil que ha visto cómo se le escapa su humanidad hacia la muerte y los cadáveres, para luego explotar con muy pocos filtros visuales en las numerosas secuencias carniceras en las que el asesino profana los cuerpos de sus víctimas. La joya de la corona de la serie es la interpretación del actor principal, Evan Peters, que consigue reflejar en sus ojos y en su físico el doloroso binomio víctima-maníaco que se arremolina en Dahmer, mientras que la descarnada dirección y la inspirada pero poco recargada fotografía ayudan a enmarcar una historia realista y netamente de terror.

¿Dónde ver Dahmer?

La serie está disponible en Netflix.

https://youtu.be/XGTrtPATyPs