[REVIEW SIN SPOILERS] «Maniac» es fascinante si le das tiempo

Los fans del largometraje Superbad pueden haber estado entusiasmados con la idea de ver a Jonah Hill y Emma Stone lado a lado de nuevo con el lanzamiento de Maniac, nueva producción de Netflix. Sin embargo, quien esperaba ver a la pareja pueden sentirse un poco decepcionados. Los dos primeros episodios de la serie llevan el dúo de actores a límites bastante incómodos para el público: la serie se presenta como una montaña rusa de sensaciones extrañas donde el punto de partida es el cuestionamiento de la realidad. El resultado pasa lejos del humor, pero, como no podía dejar de ser, es indiscutiblemente mejor que eso.

Aunque no da muchas pistas en sus dos capítulos introductorios sobre qué caminos va a seguir la trama, Maniac entrega lo suficiente para que el público se involucre con sus dos protagonistas y quiera acompañar su aventura. Hay varios otros elementos cautivantes ya en ese comienzo, como la atmósfera «wesandersonina» que regula elementos visuales como las opciones simétricas de cámara o los colores delicados durante la mitad del tiempo. El mérito de ello es de Cary Fukunaga, que pone su firma en la dirección y la producción ejecutiva del proyecto. Es muy divertido también darse cuenta de la construcción de una realidad contemporánea que suena como el 2018 imaginado por alguien que aún está en los años 1980. En resumen, da para decir que Maniac es una mezcla inesperada de Black Mirror y Stranger Things en ese sentido.

No es casualidad las dos nominaciones de Jonah Hill como mejor actor secundario en los Oscars: una vez más, entrega una actuación bastante delicada (y un poco confusa) al introducir a Owen Milgrim al público. El desarrollo del personaje ocurre en gran parte en los pequeños detalles de la expresión facial de Hill, en estado de tensión constante que sólo varía la intensidad. Owen es un hombre con esquizofrenia, que demuestra alguna misantropía derivada de las relaciones conturbadas que tiene con su familia. Owen es un hombre solitario, taciturno, que claramente pasea constantemente por el sentimiento constante de inadecuación social. Es difícil no sentir pena y querer que las cosas mejoren para él desde su primera escena.

Una computadora con sentimientos es la responsable de un estudio dentro de la serie

Emma Stone tampoco se queda atrás. Si Hill ha estado dos veces entre los nominados al Oscar, podemos recordar que ella tiene una estatuilla de mejor actriz en el estante. En la serie, Stone interpreta a Annie Landsberg, una mujer que usa una droga específica para pasar la mayor parte del tiempo desconectada de la realidad, evitando así, confrontar sentimientos como culpa, nostalgia y, por supuesto, tristeza. Aunque la melancolía de Annie se manifieste de forma completamente diferente a la de Owen, no es menos dramática. La joven también está siempre en busca del escape y cuando necesita confrontar mínimamente la realidad, lo hace pasando por encima de cualquier contrato social normatizado, pero nada de eso le confiere a ella una atmósfera rebelde, sólo de alguien que tiró la toalla y desistió.

Lejos de ser convencional, la producción no siempre es fácil de seguir, y es ciertamente desconcertante en todo momento, Maniac es todo menos entretenimiento fácil. Debemos aferrarnos, sin lugar a dudas, a entrar en el universo sin cuestionarlo, creada por el guionista, Patrick Somerville, y su director Fukunaga (el de True Detective, temporada 1). Debemos aceptar un mundo más o menos futurista, en el que encontramos una súper computadora con sentimientos, por ejemplo.

Porque si sostenemos el choque confuso de los primeros episodios, que nos llevan a lo desconocido, Maniac confirma lo que esperábamos desde el principio: un viaje interesante en los meandros del cerebro humano, una brillante aventura de ciencia ficción que trasciende los géneros, episodio tras episodio, que siempre encuentra la manera de llevarnos a donde no lo esperemos. Maniac es una especie de Matrix revisitada con emoción pura.

Maniac se presenta, al mismo tiempo, lúdica y sorumbática. La trama se embarca en una investigación sobre el cerebro humano donde los dos protagonistas son los conejillos de india perfectas de un estudio que promete reestructurar sus funciones neurológicas de defensa (o no, teniendo en cuenta la forma en que llegan hasta Neberdine Pharmaceutical & Biotech, la empresa misteriosa en la historia). Si, como se ha dicho al comienzo del texto, la serie es una montaña rusa de sensaciones extrañas, el final de su segundo episodio es su primera conexión con la realidad, un punto de partida para la serie y un preludio de que los bucles y curvas aceleradas que vendrán.

A Maniac la puedes odiar, y está bien. O la puedes amar, y está bien también. Pero algo es seguro: no te dejará indiferente.

Maniac tiene diez episodios y está disponible en Netflix.