Luego de terminada su primera temporada por HBO y tras leer diferentes comentarios en redes de Looking, me decidí a verla. Puede que la esquivara bastante porque la sinopsis indicaba a que sería una especie de re-versión de Queer as Folk, serie noventera de homosexuales que emulaba la fórmula de Sex and the city, al tener un grupo de hombres que gustaban de hombres y comentaban sus vidas sexuales en su círculo social, con sus aventuras y desventuras amorosas, con los trillados estereotipos: el gay muy afeminado, el gay confundido, el gay que nadie creería que es gay y el gay fiestero.
Si bien la trama de Looking es sencilla: chico gay bajo perfil y ñoño busca el amor idealizado, es torpe y arruina sus citas sin querer, quien a su vez tiene dos amigos: un gay muy atractivo (versión mejorada de Freddy Mercury) que atraviesa la crisis de los 40 y un gay artista liberal que vive sin tapujos. La clave de Looking es que todo es muy natural: son gays que no son discriminados en la vida cotidiana, tienem problemas familiares y amistosos como cualquiera. Quizás temí por un segundo que se tratara de una serie de homosexuales para homosexuales, como lo fue en su momento The L word. No tengo claridad si cuenta con un público heterogéneo o solamente es consumida por gays. Al menos, mis amigos gays (odio la etiqueta, porque para mí son amigos antes que su sexualidad, pero para éste caso era útil especificar) la ven, les gusta y extrañamente carece de los típicos adornos glamorosos y divescos con los que han rodado historias de homosexuales. Admitamos que aquí sí hay hombres muy guapos, sí hay clases sociales, sí hay superficialidad, pero es cruda. Son personas, que existen en San Francisco, acuden a su red de apoyo que es esa especie de club de Toby, eligen amar o divertirse.
Aplausos para HBO nuevamente por sus logros pero por sobretodo por presentar una serie sin estereotipos arcaicos, sino que con personajes actuales, maquetas reales de la vida cotidiana. Me agrada a sobremanera que los personajes expresen su mundo interior en sus silencios, que la historia avance rápido y que los últimos cinco segundos de cada capítulo terminen abruptamente, para golpearme el muslo con la mano y decir «no!».