Probablemente mis ganas de ver televisión queden demasiado expuestas, lo que me deja en una posición vulnerable, pero puede que con ésta columna, quede de manifiesto mi obsesión por la «cajita idiota» (en palabras de María Luisa Cordero, a quien sintonizo a las 2am para conciliar el sueño en SLB).
Para contextualizar, Pitucas sin lucas fue como esas colonizaciones de libros de historia mundial lentas, a goteo, sin embargo, cada paso, por ínfimo que fuera e imperceptible, marcaría la diferencia. No es ninguna novedad que la pantalla de Mega estaba más fría que el corazón del peor ex que pudieras tener, hasta que llegó la historia de amor lenta y muy de la época de Martín Rivas, con violines por doquier, Las mil y una noches que capturó mayormente al público femenino, siendo repetida en Mucho Gusto, en el extinto SAV y a la vez, en el mismo episodio de la teleserie, donde hacen un previously eterno, una pizca del capítulo de la noche y un adelanto de lo que vendrá, que duraba un poco menos que el resumen. Aunque, al comenzar A corazón abierto bajaba un poco el rating, pero de todas formas el remake latino de Grey’s anatomy igual funcionaba. Sin embargo, en medio del invierno, Mega anunciaba a Fatmagul como la sucesora y hermana pequeña de la historia protagonizada por Onur. Por todo lo anterior, la pantalla del ex Megavisión pasó de ser un témpano de hielo a ser Arica en pleno verano sin árboles donde escapar del sol.
A la vez, sucedió algo inesperado a fines del año pasado, de lo que solo habían especulaciones y palabras, nunca acciones: Kena Rencoret se llevaba un ejército completo para reconquistar tierras en ruinas como lo era hasta ese momento el área dramática de «canal 9», de donde recuerdo A todo dar (lejos una de mis teleseries favoritas, placer infinitamente culpable), Santiago city y tantas otras, pero la memoria no me acompaña (y es trampa googlear).
Ahora viene la columna vertebral del texto: el debut de Pituca sin lucas revivió la diversión de antaño, de la época dorada de la televisión-los 90- al menos mi favorita, donde el rating era muy parejo entre áreas dramáticas, donde cada capítulo era tema obligado de conversación al otro día y existía un mercado inmenso alrededor de la producción: venta de cassette (permiso, recogeré mi carnet) con la banda sonora, álbumes (sí, de esos «salo», tuve el de «Cerroalegre») y el mejor momento de la tv-grama, donde aparecían entrevistas de los protagonistas de las teleseries, posters de la mitad de una hoja y fotos con autógrafos pegados con paint.
Puede que la diferencia radique en que Pituca sin lucas le dio paliza a Valió la pena, donde lamentablemente Perez-Bannen es a la teleserie, lo que Zamorano al Transantiago: la cara visible de un desacierto y también a Caleta del sol con esa canción que parece jingle a éstas alturas, que cada vez que estoy en la calle veo un paradero o afiche publicitario de la teleserie, suena Luis Fonsi en mi mente y paf! ganas de que me explote el cerebro.
Extrañamente, pensé que la teleserie protagonizada por Paola Volpato sería ‘mucho ruido y pocas nueces’, ya que las expectativas eran altas, por el elenco, la producción y las ganas de Mega por-otra vez-liderar, sin embargo, caigo desparramada en el sillón de mi papá para ver Pituca sin lucas, en el comedor de mi abuelita, en mi cama y donde sea que esté cerca de una tele a las 19.30 hrs. En cifras, han obtenido entre 15 y 25 puntos de rating, a diferencia de Valió la pena que ha fluctuado entre los 5 y 7 y Caleta del sol entre 7 y 11. Aunque, acotación muy personal, nunca he creído realmente en el rating, o sea, sé que existe, pero no tengo certeza de la transparencia del proceso de obtención de datos: no conozco a nadie que tuvo o tenga un people meter en su casa, aunque solo me queda creer en esos números, ya que tengo en un altar al personaje de Gaby Hernández, ‘Lita’, la abuela de las Risopatrón, la ‘Reineta’ (Ingrid Cruz, a quien prefiero en papeles más graciosos y menos adinerados) y la familia de ‘Los tiburones’. Rescato la agilidad de la historia, la manera de narrarla y la trama, por más que recurra a la cursilería de que ‘En el amor no hay clases sociales’ como en Amores de mercado, Dama y obrero, Esperanza, Cerro Alegre, entre muchas otras. Solo cabe esperar que Pituca sin lucas no sea sobre-explotada por otros programas del canal y a la vez, que no alarguen como chicle las emisiones añadiendo personajes absurdos y caminando en círculos.
Seriépolis
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