No soy fan de The Fall, pero soy culpable de ser fetichista de psicópatas y asesinatos en la ficción y cuando se me apareció el año pasado en Netflix la serie creada por Allan Cubbitt no me impactó, puede ser por la costumbre de ver ejecuciones más escandalosas y asesinos aparentemente más locos, lo que me gustó fue la dimensión psicológica, es ahí donde la historia promete más desarrollo esta segunda temporada. Volvió a las pantallas de BBC Two la serie protagonizada por Gillian Anderson (The X Files, Hannibal) y Jamie Dornan (Once Upon a Time, Fifty Shades of Grey). El primer episodio de su segunda temporada o “series 2“, como llaman en la señal de UK a un ciclo de un show televisivo, retoma los hechos 10 días después de lo ocurrido en el quinto capítulo de la primera temporada, cuando el terapeuta de día/asesino de noche Paul Spector (Dornan) se equivocó no matando a su última víctima, tuvo que escapar de la policía, mentirle a su esposa para alejarse de Belfast y al final se comunicó por teléfono con Stella Gibson (Anderson), la detective a cargo de la investigación.
El episodio parte con una conversación entre Stella y Annie Brawley, la mujer que Paul estranguló pero no murió. La detective quiere sacarle información, si recuerda al agresor, qué pasó, cómo fue, y la víctima luce moretones en el cuello y un bloqueo mental post traumático así que mucha ayuda, por ahora, no le presta. Además de lidiar con la falta de nuevos datos, Stella tiene que enfrentar su aparición en los tabloides, que ya saben de su aventura con James Olson, detective casado, muerto a balazos en la primera temporada. Tanto quiere proteger su imagen que incluso llega a trabajar en uniforme de oficial de policía, para verse lo menos femenina posible mientras los reporteros la esperan para acosarla con preguntas. A falta de pruebas, va a la casa de Annie Brawley a conseguir alguna evidencia pero no obtiene nada, para colmo el presupuesto de la investigación se le está acabando y, al salir del último lugar donde Paul hizo sus travesuras, la está esperando el matón involucrado en la muerte de Olson para amenazarla. Todo mal.
En otro lado, en otra casa, está Paul Spector, viviendo solo. Se levanta, toma desayuno, le llevan el diario donde se entera de que su última víctima está cooperando con Stella. También en el periódico ve un retrato suyo como el supuesto asesino en serie, cuando viaja en tren a su casa a dejar unas muñecas que su hija le pidió y a arreglar otros asuntos, y se encuentra con una rubia que le dice que aunque se parece al tipo del retrato no cree que él sea el culpable de la muerte de todas esas mujeres. La blonda le confiesa haberse teñido el pelo, que su cabello era oscuro como todas las víctimas del asesino, algo muy a lo «The Lodger», la película de 1927 de Alfred Hitchcock, donde el miedo que provoca un hombre que mata sólo a rubias hace que las jóvenes de pelo claro se lo cambien a oscuro.
Entre los asuntos que Paul debe arreglar está hablar con Katie (Aisling Franciosi), la niñera enamorada de él quien lo acusó ante su esposa Sally Ann (Bronagh Waugh) de agredirla. Un recordatorio: Paul le dijo a Sally haber tenido una aventura con Katie, una mentira para justificar que sus salidas nocturnas no eran para trabajar en la línea de suicidios (nosotros sabemos bien qué hacía en sus noches fuera de casa). El terapeuta espera que la niñera quede sola en la casa y entra sin permiso, no sabiendo que una amiguita rubia la acompañaba. “No es de tu tipo” le dispara Katie a Paul, dejándole claro saber que bajo su cara de yo no fui oculta un secreto, éste le advierte que no se meta donde no la llaman, que no hable más con su esposa ─de paso, embarazada─ y cuando su amor de adolescencia termina de amenazarla contra la pared, ésta lo despide con un beso que lo deja con el labio sangrando. Ay, la juventud.
Spector aprovecha de ir a su casa cuando su familia no está, saca de su escondite los trofeos que son los mechones de pelo de sus víctimas, le deja una carta a su hija haciéndole prometer que no se la muestre a nadie. Lo que se hereda no se hurta: Olivia, su pequeña hija, tenía una de sus muñecas atada de pies y cabeza. Después pasa por la habitación de un hotel a enfundarse en su atuendo ninja para hacerle una visita a una antigua amiga, Rose Stagg (Valene Kane), otra colaboradora de la investigación, eso sí, ella lo conoce como Peter, a quien vuelve a ver en su propia casa luego de que éste la saque de la cama en plena noche. Al mismo tiempo, Stella hace que un equipo acuático busque en una laguna, donde encuentran la tijera usada por el asesino para matar al hermano de Annie Brawley.
Debo decir que, al principio, este capítulo se me hizo lento, luego de todas las cosas que pasaron en el último de la primera temporada. Hay sutilezas que son una delicia de ver, como cuando se muestra a Olivia haciéndole un té con leche fría a Sally y en contraste se ve a Paul preparando un café caliente, o lo iguales que son Rose y su hija, misma chasquilla incluso. Pero de eso se trata, de lo que no está pasando, porque mientras Stella sabe que está en una fase en que nada evidente ocurre ante sus ojos, Paul tiene el apetito de sangre vivo o no estaría comiendo desayunos con carne, salchicha y huevo frito, preparando sus próximos movimientos. La pregunta que me interesa que The Fall responda es ¿cuál es la motivación de Paul para matar? Sabiendo, hasta ahora, que creció en distintos hogares de menores no es difícil imaginar que su evento traumático más probable tenga que ver con su madre, o la ausencia de ella. Clásico. Ojalá el período de latencia pase rápido y podamos verlo haciendo lo que mejor sabe hacer: matar.