The Knick: El lujo de Soderbergh en televisión

Oscura, sicótica, desvergonzada, ruda, explícita. Eso es sólo un puñado de los adjetivos que pueden describir lo que llega a ser «The Knick», la brutal serie creada por el cineasta Steven Soderbergh, que retrata la vida en un hospital emplazado en un barrio pobre de Nueva York a principios del siglo XX, cuando la mayoría de las soluciones para resolver problemas de salud aún no están a la mano.

El escenario es complejo, sobre todo al momento de examinar y diseccionar los historiales, traumas y adicciones de los personajes. En «The Knick», los enfermos no son los que padecen los mayores inconvenientes, ni se perfilan como el principal foco, a diferencia de otras series; sino que son los médicos y administrativos del establecimiento, tipos víctimas de sus propios demonios, los que se exhiben como los verdaderos artífices de una narración dramática que explora el desempeño médico en condiciones poco amigables.

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Aquí seguimos la historia del «doctor John Thackery» (Clive Owen), personaje inspirado en la figura de William Stewart Halsted, médico pionero en la cirugía moderna, pero en la ficción arrastra una adicción al opio y a la cocaína, que en esos tiempos se utilizaba como anestésico. El ascenso y la caída del personaje ya se vio en la primera temporada al estar a cargo de la sección de cirugía del hospital «Knickerboxer», sus «viajes» le pesaron más. Es en este panorama que el «Algernon Edwards» (Andre Holland), un doctor negro formado en Harvard y en Europa, deberá luchar por el respeto de sus compañeros blancos, en un contexto en el que la discriminación racial es parte de la vida rutinaria e, incluso, argumento para menospreciar el potencial y el status social de las personas.

Durante la segunda temporada veremos a estos dos personajes enfrentados, después de que «Edwards» se quedara con el puesto de «Thackery», ya este fue internado en un centro de rehabilitación en el final de ciclo anterior. «Thackery» querrá recuperar su posición y luego de una especie de «epifanía», se obsesionará con la idea de «curar» lo que ya reconoce como enfermedad.

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La serie no se guarda nada. A diferencia del bombardeo de historias sobre médicos familiares y todo espectador, aquí estamos frente a algo para adultos. Dilemas mayores entre lo profesional y lo personal, las responsabilidades y el placer culposo. Lo sensual y lo pervertido. E, insisto, a Soderbergh no se le queda nada en el cajón. Sabe que es la autoridad y esta es su historia. Lo que tiene que mostrar, lo muestra sin insinuaciones, pero tampoco abusa. Su naturaleza explícita se justifica: las cirugías son parte de las rutinas del quehacer médico y su naturaleza es roja y viscosa; el consumo de drogas y los encuentros sexuales del «Thackery», por lo general, sustentan sus ocurrencias. Todo encaja.

Y de ahí a otros gestos como la fotografía tenue, el uso de iluminación natural, el gusto que sólo Soderbergh se puede dar en televisión de tener desenfocados en el cuadro a los personajes que tienen la conversación crucial. Todo almidonado por las melodías minimalistas e inquietantes de Cliff Martínez, que sin ser concordante con la época bien funcionan con el espíritu de la producción.

Soderbergh dijo en una entrevista por ahí que no iba a hacer más películas. Después de ver el recorrido que hasta el momento ha hecho «The Knick», yo digo que se quede tranquilito haciendo televisión.

La segunda temporada de «The Knick» la está emitiendo Max, los viernes a las 23:00 horas.