Fox no lo ha hecho muy bien en el último tiempo. Terra Nova (2011), Alcatraz (2012), Almost Humans (2013) y más recientemente Minority Report (2015) pasaron con más pena que gloria por las pantallas. El poco cariño demostrado por el público era directamente proporcional al cariño que le dedicaron los responsables de las producciones a los personajes y tramas, o sea mínimo. Con tales antecedentes, el anuncio de un retorno para The X-Files era de temer en todo sentido. Pero ahora ya es una realidad.
¿Funcionó? Los resultados podrían haber sido terribles si David Duchovny y Gillian Anderson no hubiesen vuelto. La articulación de todo se sustenta en la química que ambos tienen como Mulder y Scully, algo que no se perdió con el tiempo y se percibe latente en los roles que mantienen a flote: el eterno creyente en los sucesos paranormales, las conspiraciones de envergadura y los alienígenas; complementado por el fuerte escepticismo científico de una colega que, a pesar de todo lo que han experimentado juntos, siempre tiene la intención de buscar la explicación objetiva y racional.
Para los personajes los años han pasado por ellos. El compañerismo, un vínculo amoroso, un hijo, los desencuentros y la afiatada complicidad también. Pero en vez de erosionar la relación, tales factores han alimentado una producción que ahora muestra positivos frutos.
Sin embargo, no todo es gloria. Lo que se pudo ver en el primer episodio se sentía apresurado. Quisieron incluir casi todos los aspectos que tardaron nueve temporadas en cultivar anteriormente, en apenas 43 minutos. Tarea titánica que no acaba en buenos términos, porque se sintió extraño de ver.
El espíritu de The X-Files siempre se curtió a paso lento, con intrigas de bases sólidas, por más descabelladas que fueran, y con el misterio por ahí paseándose en todos los rincones, mientras las particulares notas de Mark Snow en la banda sonora potenciaban aún más las atmósferas inquietantes. Y es ahí donde falla «My Struggle», el S10E01, no se siente una vibra tan The X-Files, sino que más bien una presionada rendición de cuentas a la nostalgia que había estado en suspensión animada por largos 13 años.
Esto da para pensar. Porque la ambición de contentar tanto a los fanáticos como a una masa de nuevas generaciones que no había tenido contacto con la serie anteriormente les pesa en sentido negativo. Ahora, también pienso que esto es consecuencia de cómo se han formado los nuevos espectadores y ejecutivos televisivos, que exigen recompensas veloces y sin mayor profundidad para experimentar una especie de placer que se diluye rápidamente y que en el fondo no deja desenvolverse a los personajes, ni permite que crezcan las historias. Quieren que un estímulo tras otro les explote en la cara y eso no es The X-Files.
Lo más gratificante de esta serie siempre se sustentó en el hecho de que el espectador creyera en las cosas imposibles; las desconocidas; las acechantes; las que, sobre todo, no vemos. A ello se sumaba la sensación de inseguridad en distintos entornos y la desprotección frente a autoridades que supuestamente deben velar por nosotros. La apelación a la imaginación que hace The X-Files es fundamental. De ahí que no sea gratuito el tag line «I want to believe» («Quiero creer»). Pero en «My Struggle» quisieron mostrar todo. ¡Tuvimos a un extraterrestre en el primer episodio!
Por lo menos, el segundo capítulo, titulado «Founder’s Mutation», recompuso el camino y de una gran manera. Cuestionarse «¿Qué le pasa a ese tipo en el principio?», que uno pensara «no quiero que eso me pase a mí, pero cuéntenme más» y que el grueso del entuerto se fuera desenmarañando paulatinamente de la mano de las elucubraciones de Mulder y el razonamiento de Scully, más un ingrediente emocional dando vuelta; ahí sí se puede decir que «esto es The X-Files«. Y algo hubo de esos elementos conspiranoicos tan encantadores que hicieron tan única a esta serie. «Founder’s Mutation» fue mucho más redondo que su antecesor.
La conclusión es clara: Punto para la monstruosidad de la semana, poco amor para la mitología. The X-Files vuelve, pero con una falencia que esperemos sea corregida en los próximos cuatro episodios (aunque sí, es muy poco). La serie se actualizó y se hizo cargo de temas contingentes como los abusos de poder, la vigilancia secreta a la ciudadanía, la manipulación psicológica de las masas y, obviamente, la corrupción política. Sólo esperemos que no sea una víctima más de los espectadores que sólo demandan satisfacción superficial y que distan de exigir amor y respeto por la serie que, con su recorrido, reformuló la forma de ver y hacer televisión. Reconocidos estandartes televisivos contemporáneos, como «Lost» o «Breaking Bad», jamás habrían existido sin The X-Files y eso es algo irrefutable.
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