Crecer no es fácil y Everything Sucks!, la nueva serie de Netflix, logra retratar muy bien los dolores y las alegrias de la adolescencia, a pesar de no profundizar en algunas de ellas. Sus 10 episodios de aproximadamente 25 minutos cada uno son de una historia ligera y sencilla de ver.
La trama gira alrededor de Luke (Jahi Di’Allo Winston), un chico tímido que decide producir una película amateur de ciencia ficción junto a sus amigos del Club Audiovisual de la escuela a la que asiste. La trama central es sólo un pretexto para explorar situaciones típicas de las películas adolescentes: pasiones platónicas, el descubrimiento de la sexualidad, la falta de autoconfianza, los «matones» del colegio y la inseguridad constante.
Ambientada a mediados de los años 90, podría fácilmente surfear en la ola reciente de la nostalgia retro en la cultura pop y convertirse en un festival de referencias y mensajes ocultos gratuitos. Sin embargo, los guiones de Ben York Jones y Michael Mohan usan la cultura y la tecnología de la época como telón de fondo para explorar a los personajes y las diversas situaciones en las que se encuentran. Un buen ejemplo está en el segundo episodio, que gira alrededor de Luke filmando su propia versión del videoclip “Wonderwall”, del grupo británico Oasis, para impresionar a Kate (Peyton Kennedy). Everything Sucks! también acierta al retratar el descubrimiento de la homosexualidad y la bisexualidad durante la adolescencia de una forma orgánica y sencilla sin caer en caricaturizaciones burdas, tratándolo como un tema que puede llegar a ser complejo en esa etapa de la vida.
A pesar de los aciertos, la serie es perjudicada en algunos momentos por explorar otras tramas paralelas que no son tan relevantes, como el romance de la madre de Luke, olvidándose de profundizar en sus protagonistas. McQuaid (Río Mangini), uno de los personajes centrales de la trama, sólo gana espacio para ser desarrollado en la recta final de la temporada y su transformación acaba sonando artificial. Tyler (Quinn Liebling) está allí sólo para ser el alivio cómico del grupo sin pasar por ningún tipo de cambio, queda la impresión de que él estaba allí sólo para cumplir con el personaje divertido. Lo mismo sucede con Oliver (Elijah Stevenson), que fue retratado como el gran antagonista de la trama, pero que al fin de cuentas era sólo un recurso narrativo para el arco de Emaline (Sydney Sweeney).
La comedia también se equivoca al no saber con qué público objetivo quiere dialogar: a veces la serie quiere alcanzar a los adultos jóvenes que ya pasaron por todo aquello. En otros momentos, dialoga con los espectadores adolescentes que están en medio de ese proceso loco de crecer.
La banda sonora es un espectáculo por sí solo. Los productores acertaron totalmente al invertir en éxitos de la época. Además de la ya citada «Wonderwall», la serie se aprovecha de otras clásicas como «Do not Look Back in Anger», también de Oasis; «Breakfast At Tiffany’s», de Deep Blue Something y «Take It Like a Man», de The Offspring. Además de servir como punto narrativo para la trama en sí, las canciones también reflejan el estado de espíritu del personaje que está escuchando de ellas, algo que da al espectador una mejor noción de quién ellos son.
Ver Everything Sucks! es una experiencia dulce y entretenida, que tiene potencial para convertirse en algo realmente especial, pero que, tal cual como sus protagonistas, necesita madurar un poco más.
La primera temporada de Everything Sucks! está disponible en Netflix.