[REVIEW] El inmenso potencial de ‘Watchmen’

Será realmente complicado explicar el increíble éxito, la estratificación y la victoria del proyecto realizado por Damon Lindelof con Watchmen.

Más allá de la altísima calidad de la planta de producción, desde el atractivo trabajo del director hasta los decorados colosales, desde la música evocadora de Trent Reznor hasta los inescrupulosos efectos visuales ahora a nivel cinematográfico, el punto más alto alcanzado por la serie se encuentra en el trabajo escrito de un guionista que confirma una vez más su clase absoluta. Lindelof es capaz, como pocos, de contar las almas y las mentes de los personajes que inventa de forma inmediata y, al mismo tiempo, de ilustrar mundos, situaciones y temas que se encuentran en la encrucijada que combina ciencia ficción, espiritualismo, lo grotesco y lo surrealista.

Estos son temas que Lindelof siempre ha explorado, desde Lost to The Leftovers (su Divina Comedia personal), pasando por el subestimado Prometeo.

Por eso Watchmen parece ser la evolución natural de un discurso mucho más amplio que comenzó hace años y que mezcla la religión, la ciencia ficción, el comentario humanista y el absurdo, y es por eso que al ver esta serie queda claro que sólo Damon Lindelof podría haberlo realizado.

Como el fan número uno del cómic de culto de Alan Moore y Dave Gibbons, Lindelof trata el material original como si fuera la Biblia y tuvo que escribir su propia versión de Paradise Lost.

Como cualquier secuela que se precie, toma algunos paradigmas de la obra original pero luego los lleva a otra parte, no sólo a través de otro idioma (televisión) sino también a lo largo de un nuevo curso (De hecho, un episodio de la temporada se titula Si no te gusta mi historia, escribe la tuya propia, y parece una carta dirigida a Alan Moore).

Hay racismo, hay política, hay extremismo, hay Estados Unidos de Donald Trump y reflexiones sobre la violencia de clase (tocadas en el todavía inédito e incómodo The Hunt, producido por Jason Blum), está el tema de la memoria (quizás el más fundamental) y el de la búsqueda de Dios, está el grotesco que irrumpe en la vida cotidiana y luego están las ideas, narrativas y visuales, tan exitosas e inmediatas que serán imposibles de olvidar una vez vistas.

Por encima de todo, está la voluntad de hacer algo importante, que no es sólo un gran homenaje a los fans de DC (al contrario), sino que realmente tiene algo que decir, que sabe cómo decirlo y que incluso inventa nuevas formas de hacerlo, tratando temas de alarmante brutalidad. Hay una especie de énfasis, en los vigilantes, que debería sobrecargar una obra sobre los vigilantes, de la que se podría esperar una mayor preponderancia de secuencias de acción espectaculares; como en el cómic original, en cambio, la acción es seca, realista y directa, nunca ficticia y artificial pero siempre concisa. No es en el cuerpo donde estos personajes encuentran su plenitud (como ocurrió en la adaptación de Snyder) sino en la mente, en el alma, en el sentimiento, en lo dicho y en lo no dicho.

Lo que más califica este nuevo triunfo de HBO, sin embargo, es que más de treinta años después de su primera aparición, el mundo de los Vigilantes vuelve a ser el más adecuado para hablar de lo que vivimos en nosotros mismos: es un espejo distorsionado, vivo, palpitante y específico que exagera los defectos y acentúa los rincones oscuros, un chiste impregnado de cinismo que sólo hace reír a medias, pero del que es imposible no querer la historia.

La nueva pieza de HBO es un punto de llegada en la evolución de la poética de su autor (siempre a caballo entre la religión, el surrealismo, el humanismo y la ciencia ficción), pero también un nuevo estándar para todas las series con superhéroes o supuestos protagonistas.

¿Dónde ver Watchmen?

La serie se emite todos los domingos a las 22 hrs por HBO y HBO GO