[REVIEW TEMPORADA 2] The Kominsky Method: La aceptación de lo inevitable

El año pasado, un producto curioso e inusual llegó a Netflix, especialmente dado el pedigrí de los hombres clave detrás del proyecto. Dos viejos de Hollywood como Michael Douglas y Alan Arkin lidiando con una nueva idea de Chuck Lorre, un tríptico que de improviso podría dejarte al menos dubitativo, con la perplejidad que desapareció unos instantes después, dejando espacio para un «por qué no».

Conocemos la historia, tan feliz fue la intuición del creador de The Big Bang Theory que ganó un Globo de Oro como mejor comedia y uno para la interpretación de Douglas, una señal de que la idea no era tan extraña. Aún más atrevido parecía entonces proponer un segundo acto, con el riesgo de decepcionar después de la recepción de la temporada de debut, pero incluso en este caso llegó el olfato de Lorre, uno que apenas comete un error. El 25 de octubre apareció en Netflix la segunda temporada de The Kominsky Method, que en plena continuidad narrativa con la primera temporada intentó, sin alterar el núcleo fundador de la serie, profundizar y explorar nuevos temas, ampliando el parque de personajes y desplazando la atención a una visión más positiva de la reveladora decadencia.

Decíamos que el núcleo fundador permanece inalterado, y de hecho los protagonistas indiscutibles siguen siendo los personajes de Michael Douglas y Alan Arkin, extraña pareja de amigos ancianos dispuestos a compadecerse de su condición física, a buscar opciones, dolores, disfunciones. Una pareja heterogénea e incorrecta, cuya alquimia combinada con la escritura aguda e inteligente de Lorre se convirtió inmediatamente en la marca registrada de la serie. En la primera temporada conocimos a Sandy Kominsky (Douglas) como un viejo actor fracasado, con problemas de próstata, una vida disoluta a pesar de su edad y una carrera decente como profesor de teatro.

Norman Newlander (Arkin) fue su agente, profundamente impresionado al principio de la serie por la muerte de su amada esposa, un hombre distinguido y tranquilo, hecho casi apático por el luto pero al mismo tiempo listo para golpear fuerte con chistes agudos. En esta segunda temporada retomamos los personajes básicos de los dos protagonistas para ampliarlos, explorar nuevas soluciones que puedan llevarlos a una reflexión más profunda sobre su condición de la tercera edad.

Desencadenar esta reacción es principalmente la tarea de dos nuevos personajes, introducidos para barajar los patrones de la serie, y que van a reponer el ya bien alimentado reparto secundario. Las vidas de Sandy y Norman se verán sacudidas por razones distintas a las de Martin (Paul Reiser) y Madelyn (Jane Seymour). El primero, para sorpresa de Sandy y decepción inicial, resultará ser el nuevo novio de su hija Mindy (Sarah Baker), un hombre de la misma edad que Sandy, un ex profesor de secundaria, también con varios dolores físicos obvios.

Esta extraña situación se hará aún más alienante cuando los dos, que comparten diversos problemas de salud y un amor por la marihuana, se hagan amigos, convirtiendo a Martin casi en el espejo de Sandy, la concretización de lo que el actor siempre ha escapado de la vejez. A partir de aquí comienza una metabolización, una aceptación del tiempo que pasa, de la enfermedad, y una reconsideración del valor de los afectos, ya sean amor por la hija o sentimientos por una compañera.

Por otro lado, Norman encuentra en un funeral la oportunidad de conocer a Madelyn, su antiguo amor de verano, cuando Eileen (Susan Sullivan) aún no era su esposa. Este encuentro lleva a Norman a pensamientos contradictorios, divididos entre el deseo de volver al juego y la lealtad a su difunta esposa. Para un hombre tan afligido por el dolor y ligado fielmente a una mujer soltera de por vida, esta nueva relación tiene un sabor especial, de redescubrimiento de los rituales de cortejo, de vergüenza en los primeros contactos físicos, de pánico y felicidad. Es también una forma de cuestionar la propia figura, la del marido y el padre, con el retorno simultáneo a la vida de su hija Phoebe (Lisa Edelstein), hasta entonces en rehabilitación.

En definitiva, donde la temporada de debut se centró más en la decadencia física, las bromas incorrectas sobre las diversas disfunciones de los cuerpos de los protagonistas, con una vena más amarga que dulce, la segunda temporada quiere abrir un rayo de esperanza, de positividad, y construir un discurso sobre las heridas psicológicas, nunca tan graves que no puedan ser curadas de alguna manera.

Vemos una historia más familiar, la historia de dos padres sobre todo, solos, quizás ausentes, que han decidido, sin embargo, coser, crear algo nuevo en el límite de sus vidas en lugar de rendirse a la inexorable decadencia.

¿Dónde ver The Kominsky Method?

La serie está disponible en Netflix.