[REVIEW TEMPORADA 3] ‘Ozark’ sigue cautivando a pesar del desgaste

Crear una serie que cautive al público, que funcione y que al mismo tiempo consiga sacudir la molesta pátina del deja vù que siempre es más fácil de cumplir, no es una de las operaciones más fáciles de hacer hoy en día en el panorama de la serialidad. Ya sea por el número desproporcionado de series que abarrotan los horarios de la televisión y las plataformas, o por el creciente hábito del público de exigir calidad, está aumentando cada vez más la división perceptiva entre lo bello y lo feo, absolutizando los juicios sin crítica, casi violentamente.

Pero también están aquellos productos que, aunque tengan un carácter derivado, no demasiado original o entrometido, son capaces de hacerse un hueco ascendiendo por esa brecha, esquivando el conflicto ideológico en curso y consiguiendo entrar en el corazón del público a pesar de no representar quién sabe qué excelencia. En los últimos años Ozark es quizás uno de los ejemplos más brillantes de esto, siempre obligado a tratar con un término de comparación demasiado grande para todos, y a pesar de esto capaz de encontrar su dignidad, su espíritu y sus fortalezas tanto para poder convencer a Netflix de tratarlo como un producto serio en el que concentrarse, gastando fortalezas y recursos para llevar a cabo su visión. Y así es como llegamos al final de una tercera temporada, y aunque aún no se ha anunciado, esperamos al menos una cuarta.

Los acontecimientos de Martin Byrde (Jason Bateman) y compañía siempre han tenido su propia dignidad, productiva y creativa. Tanto por el esfuerzo en proponer una puesta en escena de nivel, con la región de los lagos de Missouri para facilitar las operaciones con sus colores melancólicos y sus impresionantes escenas, como por una caracterización de los personajes que entre las habilidades de escritura de los guionistas y el particular estado de gracia de sus intérpretes, nos ha dado personajes creíbles e interesantes, cuyas parábolas nunca han sido meros rellenos de minutos sino la verdadera esencia de la serie.

Pero vayamos en orden. La temporada se reanuda tras un breve salto temporal del segundo ciclo de episodios. Marty y Wendy (Laura Linney) son cada vez más los caballeros de Ozark, sus hijos Charlotte (Sofia Hublitz) y Jonah (Skylar Gaertner) son cada vez más los adolescentes alienados atrapados en el tráfico criminal de sus padres, y en general la vida de la familia Byrde está cada vez más suspendida de un hilo muy delgado y frágil, con carteles de droga debajo, personajes locos y cuerpos del FBI listos para esperar un paso en falso.

Si por un lado la trama toma giros absolutamente lógicos e hijas de lo construido hasta ahora -sobre todo, el contraste cada vez más acentuado entre la pareja- por otro lado se ha pensado en insertar tramas errantes, injertando una imprevisibilidad a veces forzada, añadiendo al tablero de ajedrez nuevos peones que irían a llenar un parque de personajes ya bien alimentados.

Dos de ellas son la presencia permanente de Helen Pierce (Janet McTeer), la abogada que salva la brecha entre la familia Byrde y el cártel para el que la familia blanquea dinero, y especialmente Ben Davis (Tom Pelphrey), el hermano de Wendy. Este último es sobre todo la verdadera aguja en el balance de toda la temporada, porque si por un lado es un injerto fundamental para el desarrollo y la evolución de algunos de los protagonistas, especialmente Wendy y Ruth (Julia Garner), por otro lado, se fuerza la inclusión en los acontecimientos del hermano psicótico y muy problemático, un cuerpo extraño demasiado evidente.

Razón de más para considerar que su figura se sitúa como uno de los pilares de la estructura dramática de la temporada, que inevitablemente se resiente, pecando no sólo de coherencia y credibilidad, sino socavando la solidez de una trama que en definitiva es sólida y envolvente, especialmente con dos actos finales que elevan abrumadoramente el nivel emocional y cualitativo de la serie.

Si tenemos que dar crédito, y no tendría sentido no hacerlo, a los creadores que han definido esta tercera temporada como la primera parte de un nuevo volumen, entonces podemos ver estos diez episodios como una larga introducción a lo que está por venir, especialmente a la luz de un final que arroja una nueva y próspera luz sobre la serie.

Ozark continúa en la construcción de un interesante y multifacético universo, en el que los personajes son el verdadero motor inmóvil de la serie. La trama es como un hábito sólido por ahora, pero esta vez socavado por la inserción quizás un poco demasiado forzada por nuevos personajes que han tenido el efecto de las más clásicas de las armas de doble filo. Si por un lado los protagonistas se han beneficiado en términos de mayor complejidad, por otro lado la trama ha sufrido las consecuencias, descascarándose y perdiendo consistencia y credibilidad. A pesar de las ambiciones, por lo tanto, es casi más una temporada de paso hacia un nuevo futuro que la llegada concreta de la consagración definitiva.

¿Dónde ver Ozark?

La serie está disponible en Netflix.