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¿Por qué ‘Better Call Saul’ es tan esquiva en las premiaciones?

Otra vez Better Call Saul volvió a casa con las manos vacías de la última ceremonia de los Globos de Oro. La serie que durante los últimos siete años ha conseguido la increíble hazaña de rivalizar, si no superar, a la serie de la que deriva, Breaking Bad, volvió una vez más con las manos en los bolsillos, dejando volar al viento un nuevo puñado de nominaciones. Desde la creación de la serie por Vince Gilligan y Peter Gould, 46 nominaciones a los Emmy y seis a los Globos de Oro han pasado por sus narices. Una injusticia.

Para empezar, hablemos de la actuación de Bob Odenkirk, protagonista y pilar del programa. En cinco temporadas, su actuación fue unánime y toda la prensa coincidió en que él solito había conseguido elevar Better Call Saul al rango de serie legendaria. Por si fuera poco: a lo largo de toda la serie, y más aún en su última temporada, Bob Odenkirk consiguió interpretar simultáneamente a tres personajes, siempre con la misma precisión, vulnerabilidad y admirables matices: Jimmy McGill, Saul Goodman y Gene Takovic.

Si podemos alabar la interpretación de Bob Odenkirk, así como la de la multitud de otros actores que iluminaron la serie (Michael McKean, Tony Dalton, Giancarlo Esposito, Jonathan Banks, Michael Mando…), ¿cómo no evocar la del personaje que le da la réplica, Kim Wexler, encarnada por Rhea Seehorn? ¿Cómo no saludar el modo en que ha sabido transformar su personaje a lo largo de las temporadas para sacar a la luz las asperezas y defectos de Jimmy McGill? ¿Cómo no alabar su manera de construir una de las historias de amor más conmovedoras de la historia de las series contemporáneas? Para algunos medios, la ausencia de un premio para Bob Odenkirk o Rhea Seehorn se debería a poco:

«Los votantes están más interesados en lo que es popular y fresco, como Squid Game o Zendaya. Mientras que Odenkirk y Seehorn, que son estrellas por derecho propio, son también celebridades más escurridizas. Se les quiere, pero no son llamativos ni forman parte del círculo íntimo de Hollywood. De hecho, son personas normales que actúan».

Seamos francos y vayamos al grano: la temporada final de Better Call Saul es una de las mejores creaciones de la historia de la televisión y de las series. Aunque las temporadas anteriores deberían haber recibido algunos elogios, ésta -con su final- ha colocado a este programa en el panteón de las series que importan. Y qué decir del episodio final, una maravilla de dramatismo, poesía y melancolía, que sella el destino de sus protagonistas.

Pero hay un punto llamativo: ¿y si la serie estaba sufriendo por su condición de spin-off? ¿Y si los votantes elogiaran más las series nuevas, creativas y, por tanto, más sorprendentes en sus tramas y narrativas? Se podría suscribir esta teoría en vista de los recientes reveses que privaron a Better Call Saul de un premio, pero hay que matizarla. Eso sí, choca con la reciente entrega de los Globos de Oro que nombraron Mejor Serie Dramática a La Casa del Dragón, un spin-off de Game of Thrones.

Pero en el fondo, hay algo romántico en esta maldición. Una injusticia casi poética, a imagen de un eterno perdedor Jimmy McGill que, a pesar de su enorme corazón, nunca conseguirá librarse realmente de su destino.