Recién cumplido un mes de su estreno, la cuarta temporada de House of Cards nos deja con varios momentos y detalles para reflexionar y compartir. Primero, y seguramente lo más positivo, es que logra retomar el rumbo extraviado tras una irreconocible tercera temporada. Aún cuando los conflictos internacionales se mantienen y también ciertos personajes, que no logran llenar la escena (como el presidente de Rusia), esta vez acertadamente la trama cruza otros caminos.
En lo general, esta cuarta temporada cumple bien. Insisto: considerando la última temporada. No obstante, aún cuando cuenta con grandes momentos, no logra sostener la intriga y la tensión como alguna vez lo hicieran la primera y segunda temporada de manera magistral.
Y es que pasa algo extraño en esta cuarta temporada. En lo personal, tuve la sensación de que circunstancialmente se nos presentó algo distinto a todo lo que conocíamos de House of Cards. Tal vez por una fatiga de la historia. Tal vez por una fuerte influencia de las tendencias más actuales en la industria, particularmente del cine, que la están haciendo mutar. No sé, pero me causa incertidumbre la evidente necesidad de recuperar elementos narrativos del pasado, porque como historia no logra proyectarse desde su momento actual ni desde gran parte de sus personajes.
Por un lado, Frank Underwood, que en las promociones comunicaba el desarrollo de su campaña 2016 como arista narrativa, se siente débil e incluso irrelevante en ciertos lapsos de la historia; pasa a un segundo plano. Tanto que es absolutamente relegado por poco más de dos capítulos. Una decisión interesante para el crecimiento de la trama, pero preocupante para el desarrollo de su personaje. Quizás hasta perjudicial. Confirma que pierde sustancia. Parece estar en un limbo entre lo que fue y será para los guionistas, pero termina no siendo ni lo uno ni lo otro. Interactúa menos con la audiencia y carece de frases brillantes e inmorales. Se siente un Frank más agotado, predecible y acosado por sus interpretaciones anteriores. Atrás parece haber quedado el que nos cautivó. Aquel que era superado sólo por su ambición y que empujaba los límites de lo moral y lo ético en cada acción y plan que concretaba junto a su compañero más leal Doug Stamper quien, dicho sea de paso, atraviesa también una crisis, no sólo en relación a la trama, sino que como personaje. Carente de conflictos propios y arcos personales, como alguna vez los tuviese con Rachel, poco aporta a la historia en esta cuarta entrega.
Claire, por el contrario, es sin duda la gran ganadora en esta temporada. El personaje se vuelve absolutamente independiente y captura toda la atención. Se nos revelan aspectos nuevos de su historia y cada elemento aporta tanto a la trama como al personaje de manera precisa. Se hace evidente que el personaje de Claire está más elaborado y definido en su complejidad por los guionistas para esta temporada. Impredecible, pero lógico. Cada acción se hace natural desde ella. Vemos a un personaje más resuelto y que ciertamente funciona como el mejor salvavidas que pudieran haber deseado los escritores. Porque con Claire y por ella surge la arista más interesante por lejos: la reaparición del escritor. Un factor clave para levantar la serie e inflar este salvavidas del guión que es Claire. La química entre ambos personajes llena la pantalla y su combinación estética visual es armónica, natural y atrapante. El personaje se hace más que necesario. Fundamental y fundacional para esta nueva Claire. Y por qué no, de esta “nueva” House of Cards. El personaje del escritor justifica parcialmente aquella confusa necesidad a la que aludía al comienzo respecto de recuperar elementos y personajes ya olvidados. Es indudablemente el mayor acierto en términos de guión y construcción narrativa de esta cuarta temporada.
La cuarta temporada de House of Cards, además, echa mano a otros personajes que fueron quedando en el camino con el fin de reabrir preguntas inconclusas o definitivamente para despedir con algo de dignidad a quienes ya no tienen mucho más que darle a la historia de aquí en adelante.
Esta temporada, y aquí retomo mi sensación de la influencia de tendencias actuales de la industria, consigue sus puntos más altos e interesantes cuando levanta el personaje de Robin Wright, Claire, y perfila la figura del poder desde lo femenino logrando sostener el eje de la historia en un personaje construido con detalles sublimes que van desde su vestuario, hasta profundos niveles de interpretación dramática (respondiendo con esto a la tendencia en la industria de la creación de potentes roles femeninos protagónicos, que podemos ver también y con éxito, por ejemplo, en la película Mad Max: Fury Road).
También consigue puntos alto cuando se vuelve más periodístico, más Spotlight si se quiere. Cuando abre las puertas del pasado de Frank, cuando crea fantasmas y flancos a su ilusoria impunidad. Cuando teje redes con todas las, por ahora no comprobables, atrocidades que cometió en su camino al poder y de las que todos fuimos testigos. Cuando construye silencios en el espectador y logra devolvernos en parte esa tensión que sentimos particularmente en su primera temporada. Sin embargo, como mencioné al inicio de este comentario, esta temporada no es capaz de sostener aquella tensión, ni el tono narrativo, ni mucho menos resolver estos cabos sueltos. Y creo se justifica básicamente en el hecho de que no quiere resolver nada aún, mucho menos de Frank, porque está temporada no es sobre él: es sobre Claire.
Dicho todo lo anterior, se torna interesante e intrigante pensar sobre la idea de cuánto más pueden crecer, si es que existe esta posibilidad, naturalmente, los personajes y la historia. Y hago énfasis en lo natural, vale decir, sin forzar arcos argumentales que estén pensados más en estirar temporadas que en resolver la historia.
Cuánto más queda que nos cuenten sin que esta House of Cards, que irrumpió con fuerza un 2013, se pierda entre las ambiciones, no de Frank, no de Claire, sino de Netflix.
Son algunas preguntas que me invaden y que irremediablemente me seguirán en este largo camino que supone la espera de la quinta temporada, que para tranquilidad de todos ya está confirmada para 2017.