Estamos frente a una de las series más impactantes del último tiempo. Sus realizadores nos presentaron un mundo distópico donde la crueldad no tiene límites, el poder no es subestimado y las ansias por una libertad son desesperadamente reales. Conocimos la historia de unas criadas retenidas contra su voluntad con el único fin de la procreación, de repoblar un mundo que se estaba quedando sin mujeres fértiles debido a un virus. Vimos como las altas esferas de esa sociedad tienen lo que quieren a costa de la vuelta de la esclavitud con el fin egoísta de sus propios intereses.
La primera temporada de The Handmaid’s Tale nos mostró este horroroso mundo sin compasión, sin leyes, sin derechos y sin censura. Fuimos testigos del terrible viaje de June/Offred (Elisabeth Moss) en búsqueda de su libertad, de volver a reunirse con su familia y de no respetar las reglas en este nuevo régimen totalitario. June era nuestra rebelde, nuestros ojos en ese horror, queríamos que obtuviera su anhelada redención. Fueron 10 episodios llenos de angustia y desazón. La duda quedó implícita frente a una seguidilla de premios de la academia como los de mejor serie o mejor actriz principal: ¿La segunda temporada podría seguir la senda desgarradora de la primera?.
El inicio de la segunda temporada mantiene el nivel de la primera y, de hecho, se encrudece aún más. Los primeros 10 minutos del primer episodio son los más tristes, desoladores e indignantes de toda la serie. Vemos a June en una situación límite que nos desgarra el corazón y no dejará indiferente a nadie, si ya lo vieron, sabrán perfectamente de lo que hablo. El resto del episodio es aún más descorazonador, vemos que las acciones de las criadas en el último episodio de la primera temporada no pasarán desapercibidas y tendrán el castigo que las «tías» creerán correspondientes. June trata de luchar en contra de las reglas establecidas con una obediencia agresiva con la cual nos sentiremos identificados. El final del episodio puede ser tomado como una puerta de esperanza, pero ya sabemos que todo puede ser aún peor.
Los aspectos técnicos, y que son un sello de la serie, se mantienen: Una excelente realización. Esos colores que, verdosos, nos recalcan que la angustia de los personajes es también vivido por un ambiente enrarecido y tóxico. Una banda sonora escogida con pinzas para dar el dramatismo necesario en el momento oportuno y, por supuesto, grandes interpretaciones del elenco. No por nada fue la serie con más premios del año 2017.
La segunda temporada de The Handmaid’s Tale comienza potente, sin misericordia y más explícita que nunca. Sabemos que el terror en Gilead puede ser mayúsculo, y los creadores lo tienen claro.
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