Para su nueva serie, el escritor británico Julian Fellowes abandona la verde campiña de Yorkshire para ambientar su historia en los bellos barrios de la Nueva York de 1800. La comparación con Downton Abbey, la serie con la que alcanzó la fama en el mundo de las series, es inevitable y sobre todo justificada. Porque aunque el escenario y la época son diferentes, la escritura de Fellowes resulta familiar. Por lo tanto, entramos en The Gilded Age sin aprensión y con la seguridad de encontrar un elemento fresco.
Esta historia tiene lugar en 1882. Es una época en la que Nueva York está viendo la llegada de los nuevos ricos que han hecho fortuna en el ferrocarril, como los Russell, cuya mudanza a un suntuoso palacio está causando revuelo entre el viejo mundo y los viejos aristos del barrio. Ada Brook (Cynthia Nixon) y su hermana Agnes van Rhijn (Christine Baranski), que observan todos sus movimientos desde su ventana, también ven alteradas sus vidas por la llegada de su sobrina, Marian (Louisa Jacobson), que se encuentra sin dinero tras la muerte de su padre. En su viaje desde su Pensilvania natal, conoce a Peggy Scott (Denée Benton), una aspirante a novelista afroamericana que la ayuda con el billete de tren.
The Gilded Age es, ante todo, una escenografía y un vestuario absolutamente suntuosos, que no están ahí sólo para ser bonitos: son marcadores sociales, que también pueden ser declaraciones. Bertha Russell (Carrie Coon) muestra inmediatamente su diferencia, por ejemplo, al llevar vestidos vanguardistas para la época. Rompe los códigos y, por tanto, se hace notar, lo que no gusta a todo el mundo. Al otro lado de la calle, las hermanas Agnes y Ada, una de ellas viuda y la otra considerada una «solterona», se niegan a ser extravagantes y se ajustan a una vestimenta más bien conservadora.
En The Gilded Age, al igual que en Downton Abbey, el drama es más sutil de lo que sugieren los códigos tradicionales de las telenovelas. Aquí, no hay insulto frontal, ni tirones de pelo, ¡no! Nos ignoramos educadamente o nos confabulamos para que un brunch sea un fiasco. Esquemas que pueden resultar mucho más crueles de lo que pensamos. El reparto de la serie, encabezado por Carrie Coon, disfruta claramente con estos juegos, y nosotros disfrutamos viéndolos.
Si hay algo que Julian Fellowes domina es el entrelazamiento de tramas mayores con otras más pequeñas, de modo que todos sus personajes están bien servidos en este sentido. The Gilded Age no es una excepción, ya que hace malabarismos con los macro y microdramas con facilidad: los arcos narrativos de la temporada toman forma, mientras que las tramas menores, pero igualmente entretenidas, se desarrollan dentro de las paredes de las distintas casas. La serie es especialmente buena a la hora de destacar el lado performativo de la exhibición de la riqueza, el poder del rumor y el peso aplastante de la reputación.
Conseguir entusiasmarnos con la vida cotidiana de estos blancos locos y ricos es un ejercicio que requiere cierta delicadeza. La sucesión, de nuevo, la ha convertido en una tragicomedia shakesperiana teñida de cinismo, mientras que The Gilded Age prefiere evocar cierta ternura de primer grado para sus personajes, al tiempo que los enfrenta a la vida mucho menos envidiable de sus sirvientes. Julian Fellowes conoce de memoria este acto de equilibrio y, con una elegancia muy británica, nos invita a entrar en su mundo.
¿Dónde ver The Gilded Age?
La serie se puede ver por HBO y HBO Max.