La rutina era la misma todos los sábados: despertar absurdamente temprano, prender la tele y mirar si mi hermano aún seguía durmiendo (porque de eso dependía el volumen al que podía dejarla). Si yo despertaba antes que él, significaba que aparte de mantener bajo el sonido del aparato, tenía que mover suavemente la perilla con la que cambiaba de canal, porque si lo hacía rápido el sonido retumbaba en la pieza. No sé a qué hora despertaba, pero había momentos en que podía toparme con el angelito del Canal 13 saltando en tacones y montando un casete de video. Si despertaba un poco más tarde y con mala suerte, lo único que encontraba era actores caídos en desgracia: algún curso de Teleduc, infomerciales de adelgazantes o venta de departamentos por las distintas comunas de Santiago. En cambio, si al prender la tele las cosas resultaban como quería, podía encontrarme con esa preciada franja de monitos. Mi infancia no habría sido lo mismo sin El Club de los Tigritos (y tú puedes disfrutarlo por la mejor televisión), El Club de amigos de La Red y su sucesor: Titi Pelacables, o Zoolo TV y su diccionario SELVA-CORPI. Incluso debo darle gracias a ese invento de TVN llamado EBO: Estación Buena Onda, donde experimentaron con rostros como Matías Vega y Eduardo Cruz, hijo del famoso lector de noticias.
Ahora, con unos cuantos años y kilos más encima, los dibujos animados siguen siendo una parte importante en mi dieta. Lo mejor es que puedo decidir cuándo verlos y respetar el orden de los capítulos, porque ya no dependo de la decisión de ejecutivos que reprograman y vuelven al capítulo 1 para mostrarnos a Gokú bajando por el camino de la serpiente; o de la censura en series como Pokémon o Los Simpson. Probablemente esperan una lista de blog tenga al menos tres recomendaciones, pero –esta vez– me da lata mentir e inventar que estoy viendo otra serie, así que comentaré qué estoy viendo ahora.
Steven Universe, serie creada por la guionista Rebecca Sugar (Hora de Aventuras), se ha convertido en mi obsesión semanal. Steven es un niño que vive a cargo de tres tutoras: Garnet, Amathist y Pearl. Ellas son las Crystal Gems, quienes llegan al planeta Tierra provenientes de una lejana galaxia para protegerla de misteriosos peligros. Steven es hijo de una gema y un humano, por lo que es un joven que debe aprender a controlar los poderes y responsabilidades que implica ser una gema (o al menos, mitad gema). Steven Universe es parte de series de Cartoon Network como A regular show, The Amazing world of Gumball y We bare bears, que tienen una legión de fanáticos, fan-art y Tumblrs dedicados. La historia de Steven está cruzada por la amistad, la exploración, el crecimiento personal y el reconocimiento de la bondad del otro, no importa quién sea. Cada capítulo es aprender que en el progreso para convertirse en una gema de cristal no hay solo habilidades técnicas que desarrollar, sino también experiencias de vida. Es una serie donde encontramos una historia en cada personaje, donde cada capítulo te hace sentir un poquito mejor porque vuelves a creer que hay buenas intenciones que sí pueden hacer algo por los demás.
La segunda serie que quiero comentar también es de Cartoon Network, aunque con un tono bien distinto: Ricky & Morty, del segmento [Adult Swim]. Imaginen que el Dr. Emmet Brown fuese un científico medio loco, decadente, alcohólico y flatulento. Que Marty McFly fuese en realidad su nieto, un niño de 14 años no tan lúcido y que vive todos esos cambios hormonales y la inadaptabilidad social de la pubertad. Que en vez de tener un DeLorean con un condensador de flujo, puedan abrir portales por las distintas líneas temporales y los multiversos, saliendo de este universo y línea temporal gracias a los inventos y experimentos que Rick tiene en su garaje; y que en cada viaje deban enfrentarse a los peligros de las distintas dimensiones. La serie se gana un poroto por la voz de Jerry –el siempre-al-borde-del-fracaso papá de Morty–, interpretada por Chris Parnell, el Dr. Leo Spaceman de 30 Rock y también actor de Saturday Night Live.
Debo decir que cuando me la recomendaron no me sentí atraído por la serie. Si la miran desde lejos, es fácil suponer que los personajes son medio arquetípicos y tenía el prejuicio de que abusarían de hacer humor de lo grotesco –al estilo Ren & Stimpy– pero me equivoqué rotundamente. Las aventuras de Rick & Morty son adictivas, con giros argumentales y tantas referencias televisivas que es imposible abandonarla. La segunda temporada acaba de terminar y ya está confirmada una tercera temporada que comenzará en 2016.
Ya sean series lindas-con-enseñanzas o comedias para adultos, Cartoon Network ha sido exitoso en demostrar que las series animadas también tienen cabida en las pantallas de los más crecidos. Gracias a Steven Universe y Rick y Morty logré reencantarme con el formato y convencerme que las series animadas no son sólo una pausa del zapping ni meros programas livianitos para ver un sábado con caña; son series que vale la pena seguir y agendar en el calendario para asegurarse de ver cada capítulo.