La ‘vuelta a casa’ de Homeland

Esperé infinitamente este momento en modo reloj de arena. Por fin se estrenó la cuarta temporada de Homeland, la busqué incansablemente el sábado pasado y no la encontré. Desesperación, muerte y destrucción. Me rendí un segundo y seguí mi maratón de How I met your mother pero no me concentré y volví a buscar la serie, hasta que descubrí que empezaba el domingo y alivio máximo. El lunes descargue los dos primeros capítulos y no me aguanté para ver el primero. Me latía el corazón (no exagero) rápido pero regular, porque no puedo negar que Homeland llegó cuando más lo necesitaba, en un vacío existencial de fanatismos.

La serie comienza en Islamabad, donde vemos a Carrie Mathison desempleñandose como jefa de una subdivisión importante, comandando un ataque de drones que no resulta del todo bien. Eso como sinopsis, no diré más. Si bien recibió algunas malas críticas, yo las califico como malas malas criticas, que son subjetivas por lo demás, tal como mìs opiniones vertidas en este pequeño rincón de seriepolis.

Me agradó a sobremanera la aparición de Quinn, Saul, Mira y la familia de Carrie, más la incorporación de personajes de Pakistan que salen del estereotipo de pobreza y mal destino. Mientras que el segundo capítulo es más lento y engorroso, donde figura Franny, hija de Brody-lo que no es spoiler, porque ya en los trailers sabíamos que Carrie decidió continuar con su embarazo- y la historia se centra en Mathison intentando sacar a la luz un instinto maternal que no existe contrariado por sus deseos de huir.

Algo me hace pensar que esta temporada será mejor que la anterior-que a ratos se volvía decepcionante- porque se vienen reestructuraciones, aires nuevos y renovación de personajes. Y mi parte favorita, habemus trivia: Carrie Mathison toma cerveza Miller.