Masters of Sex S02E09: “Story of My Life”, Mal arriba, mal abajo

Masters y Johnson están un poco fuera de control. Con Bill tratando de salvar la virilidad de Lester ─y de paso la propia─, y Virginia haciendo de terapeuta personal de Barbara, todo indica que las cosas se les están escapando de las manos. Libby se dio cuenta de su posición en el mundo y, cómo no, quiere cambiarla. Como la canción de Marvin Gaye, todos necesitan una cura sexual. Con urgencia.

Ayudando a Lester
Lester Linden se convirtió en el sujeto de interés del Dr. Masters desde que admitió ser impotente. Lester es como el hermano menor digno de Stuart Pritchard (Stephen Merchant) de Hello Ladies ─un minuto de silencio─, imposible no querer que se mejore. Bill no haya nada mejor que contratar a una curvilínea pelirroja para desbloquearlo. Lester acepta de mala gana. El encuentro no tiene los resultados esperados porque obvio, el camarógrafo es del tipo de hombre que necesita una conexión más que carnal para funcionar: “Para mí se necesitan dos personas que lo resuelvan juntos. Un hombre y una mujer en igualdad de condiciones, incluso si ambos son inexpertos”. Esa clase de conexión es la que hace con Barbara, al verla por primera vez tendida en la camilla de la sala de observación, antes de empezar a filmarla. Barbara está angustiadísima, mira hacia el vidrio tras el cual está Lester y hace contacto visual con él sin saberlo, éste la observa con toda la sensibilidad del mundo y retira su cámara.

La roca en el zapato de Bill
Cena familiar en la casa de los Masters, madre incluida, dichosa de ver a sus dos hijos juntos. Pero a Bill no le puede importar menos. Antes del postre se va a ver a Virginia, tal cual los hemos visto cada episodio de esta temporada, con una diferencia: Hace algunas sesiones que el fuego entre ellos no pasa de ser una llama agonizante. Nosotros sabemos el porqué, Virginia todavía no, hasta el fin del capítulo.

Frank lleva a Bill a una reunión de AA, es su cumpleaños de sobriedad. Se sube al estrado a contar su experiencia, Bill lo está escuchando con cara de póquer y abandona el lugar antes de que su querido hermano termine su discurso. Luego lo acusa de robar su propia historia, el historial de insultos y maltratos eran cosa de él y no de Frank, siempre el favorito de su alcohólico padre. Frank le confiesa que su papá de desquitó con él después de que Bill se fue de la casa, su mejor amigo en ese tiempo fue el licor.

Virginia, la curadora
Siguiendo haciéndose pasar por Barbara en sesiones con un psicólogo, Virginia le traspasa a su frágil paciente los consejos recibidos en terapia. Le dice que le diga a su hermano lo que hubiera querido decirle cuando tenía 12 años, pero no contaba con que Barbara se iba a juntar con él para hablar del asunto. Según la versión del hermano, fue ella la de la idea de los juegos sexuales. En un argumento difícil de tragar, resulta que cuando eran niños llegaron unos vecinos trillizos y para evitar que su hermano pasara tiempo con ellos, Barbara comenzó el jugueteo del incesto con tal de mantenerlo interesado.

Virginia es una convencida de que curar lo emocional es la llave para curar lo físico. Bill la aterriza diciéndole que ellos no pueden hacer nada al respecto que no sea netamente físico. De tal manera que cuando Barbara va a tratarse a la clínica para superar su Vaginismo, el miedo no la deja avanzar. Virginia está próxima a convertirse en la curadora nada menos que del propio Bill Masters, luego de estar en el hotel una vez más y discutir sobre el tema de moda, las disfunciones. Ella le pregunta qué disfunción pretende curar, entonces Bill le dice: “la mía”.

Libby ya no quiere ser esa Libby
En su intento por ayudar a Robert a resolver el asunto del hombre en la acera, Libby reaccionó, tras el rechazo de Robert a que siguiera adelante con su colaboración en el caso. Aunque lo inspirador para ella fue la conversación con la esposa de Frank. Ella le cuenta sobre lo ciega que estuvo para ver el alcoholismo de su marido, las llegadas tarde a casa, la nula vida sexual, hasta que un día lo hizo elegir entre ella y la botella. “Se siente bien hacer algo de lo que nadie cree que eres capaz. Él pensó que le salvé la vida pero realmente estaba salvando la mía”, le dice a Libby.

Entonces, Libby quiere hacer algo con su vida que no sea quedarse en casa esperando a su Bill. Está en una cafetería y ve a Virginia sentada en la barra, se acerca y, alarma de incomodidad, le cuenta: “Podría usar algo de lo que tú tienes en abundancia, coraje. Eres una de las personas más valientes que conozco. Tú ves lo que quieres y vas por ello”. Virginia le dice: “No hagas eso, por favor, no me tomes como ejemplo de nada”. Luego, Libby entra en le oficina del CORE, todos la miran, llega donde Robert y le ofrece ser voluntaria. Robert, sin perder la oportunidad de minimizarla, le pide que vaya por unos sándwichs. Libby toma una libreta y apunta su pedido. Accidentado comienzo, pero veremos a Libby Masters en un nuevo escenario, uno en el que podría dejarse llevar mientras Bill y Virginia (sobre todo Virginia) siguen sintiendo culpa por lo que le están haciendo.