Fargo 2: las segundas partes sí son buenas… y muy buenas

La serie de Noah Hawley, una adaptación de la película homónima de los hermanos Coen, que ya tuvo una primera temporada por encima de la media, sobrepasa con creces a su primera entrega. Esto demuestra, además, que el formato de «serie limitada» (esas que cambian totalmente la historia cada temporada) puede funcionar muy bien. Claro, cuando se utiliza correctamente por sus creadores durante la presentación de arcos narrativos completamente independientes, pero, tarde o temprano, conectados de alguna manera (¿leíste, True Detective?).

Al igual que en la película de 1996 y su primera temporada, la compleja y enredada trama comienza con dos delitos: un tiroteo en un restaurante y un hit-and-run, un despliegue de tres estados del norte Estados Unidos, una serie de malentendidos y, por supuesto, muchas muertes.

Además, este año Hawley y el equipo de brillantes escritores decidieron también jugar con la forma narrativa de la comedia de equivocaciones, mediante la inserción de los flashbacksflashforwars, secuencias de sueños, pantallas divididas y la voz en off, que complementan la historia. Uno de los episodios finales, por ejemplo, lo relató el mismísimo Lester Nygaard (interpretado por Martin Freeman en la primera temporada), como si se tratara del capítulo de un libro.

El encaminamiento seguro de Hawley también logró evocar en la producción las ansiedades, los miedos y la tremenda tensión que se vivió en algunos momentos y films de los años 70s. Además de dos policías con atuendos absolutamente relevantes para la época: Patrick Wilson (Girls) y Ted Danson (CSI); la participación de una pareja de clase media de los EE.UU., ambos con problemas de confianza graves: Jesse Plemons (Breaking Bad) y Kirsten Dunst; una familia de mafiosos (dirigidos por el personaje de Jeffrey Donovan en Burn Notice) y sus rivales psicópatas; un implacable nativo americano e, incluso, apariciones del presidente estadounidense Ronald Reagan (Bruce Campbell, también de Burn Notice).

Si hay una cosa que Fargo puede hacer muy bien es equilibrar la multitud de personajes y tramas, siempre entregando episodios equilibrados, concisos y completos. No hace falta que el espectador se pregunte por lo que se presenta en la pantalla y por qué.

Hablando de historias particulares y la presentación de tiroteos y enfrentamientos, la serie no tiene nada que envidiar a las mejores películas de acción. Incluso, la serie todavía tiene tiempo para incluir otro punto interesante en todo esto: extraterrestres.

¿Y los extraterrestres tienen una explicación lógica? ¡Claro que no! Este fue un gran tema en su momento: de la sugerente aparición de un extraño objeto en el primer episodio, a la sorprendente revelación de un platillo volador en el penúltimo capítulo, vemos la confianza que los guionistas tienen en el texto y en sus espectadores, por atreverse a poner fin a la serie sin siquiera explicar lo que vimos. Además de agregar personajes totalmente absurdos para el fin principal de la serie, especialmente Plemons, Dunst y Nick Offerman (Parks & Recreation) interpretando al abogado borracho Karl Weathers.

Fargo se ha convertido en uno de los mejores eventos televisivos del año. Es divertida, conmovedora y carga la clara firma de los hermanos Coen. Son esos momentos WTF los que la hacen una excelente serie. Sus creadores saben que el espectador de Fargo no es simplón y tienen toda la voluntad de hacer encajar una buena historia que deje contentos a los fanáticos. Dicen que las segundas partes nunca son buenas. Pero para la película de 10 horas que resulta ser la segunda temporada de Fargo, esta afirmación se va por el despeñadero.