The Walking Dead muchas veces fue una serie capaz de agotar a su espectador, de hacerle estar sorprendido y sacudido con lo que vio en escena. Siempre ofreció despedidas brutales y súbitas, como sucedió con Glenn, Abraham, Beth, Andrea, Hershel y compañía. Pero no siempre ha logrado producir momentos rescatables, que generen una emoción genuina en el público.
A lo largo de ocho temporadas fueron cientos de muertes, pero da para contar en los dedos de una mano aquellas secuencias realmente cargadas de emoción, capaces de hacer que los fans lloren. Fue así con la muerte de Lori, por ejemplo. pero hoy TWD consigue entregar su episodio más emocionante en mucho tiempo, tal vez desde que Carol se vio obligada a matar a Lizzie, mientras la pedía mirar las flores. Esto sucedió allí en la cuarta temporada, hace más de cuatro años.
Ahora, la serie sigue los acontecimientos del episodio anterior, que termina con la impactante revelación de que Carl había sido mordido por un zombie. El noveno capítulo de la actual temporada, como no podía dejar de ser, centra casi toda la atención en Carl y lo hace de forma muy especial.
Cuidado, el resto del texto cuenta con spoilers del último episodio.
En el episodio titulado «Honor», comenzamos volviendo a dos momentos que habían sido saltados en la primera mitad de la temporada. Tenemos la escena de Carl siendo mordido y el momento en que los Salvadores logran escapar, obligando a Morgan a huir corriendo del puesto en que estaba. Conociendo el talento de TWD en enrollar y decepcionar con la historia, golpeó hasta un temor de que el episodio fuera buena parte en flashback, pero afortunadamente no es lo que pasa.

Rick y Michonne también son parte fundamental del episodio
Carl y Morgan son justamente los personajes en el centro de la atención del capítulo, dividiendo bien el espacio en escena. En este sentido, es importante destacar que la serie consigue de forma elegante e inteligente crear un paralelo entre los personajes, que pasan por momentos tan diferentes. En los dos frentes tenemos un importante debate sobre la humanidad, sobre utopía, sobre buscar un mundo mejor, en que la violencia no sea el último camino. En sus últimos instantes, Carl intenta salvar el alma de su padre, tan amargado, y que cerca de perder al hijo podría entregarse finalmente a la barbarie y sed de venganza. Por otro lado, Morgan es más radical que nunca, dispuesto a no dejar un Salvador vivo para contar historia.
El estado de Morgan está bien profundizado por primera vez a través de las miradas de Carol y Ezekiel. El choque de los personajes es mucho más eficiente que las palabras vacías de Jesús en la primera mitad del año (¿que fue aquella lucha de los dos en el bosque?).
Pero, como no podía dejar de ser, el gran motivo del episodio es la despedida de Carl. Chandler Riggs se despidió del personaje mostrando cuánto evolucionó como actor en estos últimos años. En las últimas temporadas, los fans se acostumbraron a despedidas brutales. La de Carl es leyenda. Y por eso duele tanto. Es difícil no emocionarse en el momento en que los personajes que se conocen a tanto tiempo se despidan el uno del otro. Y ahí hablo no sólo de Rick o Michonne. Aunque discreta, la despedida de Daryl fue de los más certera.
El episodio también sirvió para «resolver» ese misterioso flashfoward del primer episodio, que traía a Rick con la barba bien grisácea. Todo llevaba a creer que aquello era un sueño, pero era más que eso. Era un ideal. Otro momento importante fue el montaje al principio, una especie de mini-episodio, con Carl haciendo cosas triviales después de saber que morirá. El montaje es interesante y al sonido de «At The Bottom Of Everything», del grupo Bright Eyes, hace que todo sea más reflexivo y hermoso.
En los últimos tiempos, los aficionados de The Walking Dead merecían un episodio como éste. Y, más, merecían la oportunidad de despedirse con propiedad de un querido personaje que ha estados desde el principio. Y finalmente lo tuvieron.