[REVIEW TEMPORADA 2] Derry Girls: Las chicas (y James) sólo quieren divertirse

Cuando el año pasado Derry Girls apareció (primero en Channel 4 en el Reino Unido e Irlanda y luego en el resto del mundo en Netflix) era difícil imaginar el éxito que tendría. Gran aclamación por parte de la crítica y público en la isla irlandesa (con murales gigantescos aparecidos en Derry). Todo esto parecía impensable para una producción aparentemente menor, pero basta con mirar un episodio para entender las razones de este éxito. Derry Girls es una serie de comedia de ritmo rápido ambientada en la ciudad norirlandesa de Derry (o Londonderry), justo en la frontera entre Irlanda del Norte y la República de Irlanda; una ciudad del dramáticamente famoso Bloody Sunday, de enfrentamientos armados, de bombas, de la profunda división entre católicos y protestantes. Una serie que trata de dar una mirada nueva, inesperada, filtrada a través de los ojos de simples adolescentes, cuyos pensamientos y problemas antes de las bombas son pasar un examen o impresionar al chico que le gusta, un poco como en cualquier otra ciudad donde normalmente las bombas no caen en racimos.

Escrito y creado por Lisa McGee (una adolescente en Derry en los años 90) sigue las historias de cuatro niñas: Erin (Saoirse-Monica Jackson), su prima Orla (Louisa Harland), la siempre preocupada Clare (Nicola Coughlan), y la desbordante Michelle (Jamie-Lee O’Donnell), a la que se añade desde el principio su primo, James (Dylan Llewellyn), llegado de la odiada Inglaterra y matriculado en un colegio católico de mujeres para evitar la violencia de los matones. Lo que hizo de Derry Girls una serie especial es su aguda escritura, su cínica ironía, el chillido despreocupado de las chicas, en un mundo que podía permitirse muy poco de ligereza. Incluso en una ciudad donde el autobús que te lleva a la escuela cambia de ruta por una alarma antibombas. Por la espontaneidad de los personajes, por las situaciones absurdas basadas en la comedia de los malentendidos, por un ojo privilegiado que es absolutamente adolescente, libre, infantil y egoísta. Las chicas de Derry son magnéticas porque son polifacéticas, complejas, pero al mismo tiempo ingenuas, de esa ingenuidad propia de una fase de la vida en la que la principal preocupación es ser guapas frente a un sacerdote fascinante o ir a un concierto de Take That.

La segunda temporada no pierde ese brío, manteniendo el mismo nivel, la misma velocidad -estamos hablando de dos temporadas de seis episodios de veinte minutos-, elevando la apuesta en general, haciendo que la persistencia del trasfondo histórico se impregne aún más en la vida de las niñas. Pero siempre a su manera, profanando lo que probablemente sea la página más triste de la historia irlandesa contemporánea, calmando el dolor del autor y de todo un pueblo con el arma más eficaz, riéndose en su cara.

Digamos también que el guión está confiado a las manos de un muy buen elenco, perfectamente colocados en el papel, con su acento irlandés muy difícil de entender para los que no están acostumbrados, pero resulta mucho más fácil entender cómo cuatro chicas malas (y un inglés) que salieron de la nada se han convertido en un mural gigante en las calles de una ciudad con profundas cicatrices. Son la representación de un pasado oscuro, pero también un símbolo de renacimiento, de reconstrucción, el orgullo de una ciudad que no quiere ser recordada sólo por las muertes y la violencia que fueron, sino sobre todo por la humanidad de la que está formada.

¿Dónde ver Derry Girls?

Las dos temporadas de la serie están disponibles en Netflix