[REVIEW TEMPORADA 3] La decepción de ‘(Des)encanto’
Levanten las trompetas y hagan sonar los tambores, estamos oficialmente invitados a asistir a la corte del rey Zøg, gobernante del reino de Dreamland, para ser testigos de un nuevo capítulo de las aventuras de Bean, la princesa más ruda y políticamente incorrecta.
(Des)encanto, la criatura nacida de la mente de Matt Groening, padre de animaciones de culto como Los Simpson y Futurama, vuelve con los episodios de la tercera parte en la plataforma de streaming Netflix.
La historia se retoma justo donde se dejó, con Bean lidiando con el regreso de su madre, así como con toda una serie de nuevas complicaciones relacionadas con su padre, su regreso a la misteriosa ciudad futurista de Steamland y la siempre presente amenaza de la secta secreta.
La tercera parte de (Des)Encanto avanza por el mismo camino trazado por los episodios anteriores, siguiendo los mismos fallos y empeorando en algunos puntos otros aspectos.
El foco principal de los problemas se encuentra sin duda en la comedia: la ironía que transpira e impregna la serie es, de hecho, extremadamente débil y aburrida, con chistes a menudo predecibles y gags demasiado largos, que en lugar de entretener al espectador, producen el efecto contrario.
Aunque de vez en cuando se intenta elevar el listón con alguna alusión esporádica o apariencia de sátira, la parodia mordaz que distinguía las primeras temporadas de las obras anteriores del autor está totalmente ausente.
El guión no maneja sabiamente la trama horizontal, sobrecargándola de acontecimientos secundarios, secuencias a menudo innecesarias y verdaderos episodios de relleno, obteniendo en algunos momentos una sensación diluida. Seguramente algunos puntos o líneas argumentales insinuadas se retomarán más adelante, pero el resultado final es ligeramente confuso.
En cuanto a los personajes, hay una buena evolución de Bean: la princesa adicta al alcohol, siempre dispuesta a meterse en líos y reacia a cualquier responsabilidad, parece de hecho dirigida por un camino de crecimiento y maduración personal, que la llevará a asumir el peso y las obligaciones del mando de un reino. Incluso la relación con su padre, que siempre ha sido brusca y difícil, sufre un giro a mejor.
Mientras que, por un lado, la protagonista recibe un buen tiempo de pantalla y desarrollo, por otro lado, los personajes secundarios se ven penalizados: aunque Elfo consigue hacerse un espacio propio, viviendo muchas aventuras en solitario, su papel sigue siendo el de un simple compañero cómico sin un cambio real en su estatus.
Sin embargo, el verdadero talón de Aquiles sigue siendo la comedia, que en lugar de ser el punto fuerte y el corazón de la serie, no da en el clavo, consiguiendo arrancar sólo algunas sonrisas fugaces.
¿Dónde ver (Des)encanto?
La serie está disponible en Netflix.