Pocos días después de la llegada a Netflix de Sky Rojo, otra serie en español se suma al rico catálogo de la plataforma, pero en este caso dejamos el «Viejo Mundo» por el «Nuevo» y nos trasladamos a México, donde nos espera una historia en la que conviven -en una mezcla particular, pero bastante fascinante- una trama de misterio, una saga familiar llena de celos e intrigas a lo Succession y una telenovela con sus excesos y sus momentos definitivamente sobrepasados. Una mezcla que puede no gustar a todo el mundo, pero que, como veremos, puede convertirse en el perfecto placer culpable para disfrutar de una sola vez, quizá en una única sesión de binge watching.
Los defectos de la serie -a la que no reprochamos sus exageraciones de telenovela, al fin y al cabo es intencionada y en este contexto funciona- dependen principalmente de la trama, demasiado rica en incoherencias y sinsentidos. Si nos hubiéramos concentrado en cuidar ciertos detalles del desarrollo narrativo.

La historia se abre en 2003, Alex (Manolo Cardona/Leo Deluglio) y Sara (Ximena Lamadrid) son hermanos que, aunque no provienen de un entorno familiar y social especialmente acomodado, están muy unidos al riquísimo Lazcano. A Alex le une una amistad fraternal con Rodolfo Lazcano (Alejandro Nones/Andrés Baida), cuya novia es Sara. Los tres, junto con otros amigos y miembros del clan Lazcano, se encuentran en la villa familiar junto al lago, donde están pasando las vacaciones de verano: durante un paseo en barco, Elisa decide ser la primera en probar el nuevo paracaídas y lanzarse en paracaídas. Desgraciadamente, las cuerdas de seguridad que la atan a la embarcación están defectuosas (¿o han sido manipuladas?) y la joven pronto se encuentra cayendo en picado hacia una muerte segura. Sea o no un accidente, la reputación de la prestigiosa dinastía no puede peligrar y el patriarca César (Ginés García Millán) hace un trato con Alex: éste debe asumir la culpa por no revisar el equipo y pasar unas semanas en la cárcel, a cambio el hombre hará tratar a su madre, enferma de un gravísimo cáncer. El chico, aún angustiado y atormentado por el dolor, acepta. Lástima, sin embargo, que las cosas no salgan según lo previsto y unas semanas se conviertan pronto en dieciocho años, y una acusación de negligencia en la de homicidio.
Tal y como anticipamos, ¿Quién mató a Sara? mezcla el ambiente del crimen con el de la telenovela sudamericana, a veces con habilidad, otras veces quizás demasiado en los elementos de la telenovela. El hecho, pues, de que a veces las incoherencias y despropósitos de la trama sean muy evidentes, hace que una historia ya de por sí llena de exageraciones y excesos como ésta sea aún menos creíble. Dicho esto, sin embargo, las sólidas interpretaciones de los protagonistas, especialmente de Ginés García Millán y Manolo Cardona, hacen difícil no empezar un nuevo episodio cada vez que uno termina. ¿Quién mató a Sara? es, sin duda, la serie perfecta para el binge watching, y ya estaríamos listos para sumergirnos en la segunda temporada.

Sin embargo, sólo de pensar en lo que nos espera en el futuro, nos preguntamos si el rumbo que quiere tomar la historia (y que se nos hace adivinar en los breves avances que encontramos al final del último episodio) no se desvía demasiado del argumento de misterio que había guiado el desarrollo narrativo hasta ahora.
El asesinato de Sara -y todo lo que gira en torno a él- pone de manifiesto una realidad problemática que la gente se esfuerza por borrar, y al eliminar el barniz excesivo y exagerado de la telenovela, ¿Quién mató a Sara? presenta un retrato bastante descarnado de lo que significa ser mujer en un mundo así.
¿Dónde ver Quién mató a Sara?
La serie está disponible en Netflix.